Única opción

Un caso de ébola aquí sería devastador para la economía dominicana. No sólo sería fatal para el turismo, sino que otras actividades como los servicios personales, el transporte colectivo, el entretenimiento, la industria y el intercambio comercial se verían seriamente perjudicadas. Aún así, seguimos confiados de que el virus no llegará al país.

El océano Atlántico nos separa de las zonas africanas donde la enfermedad ha estado propagándose. Estar ubicados en una isla nos crea una sensación de seguridad, que fortalece nuestra costumbre de esperar que las cosas pasen antes de tomar medidas. No nos llegan vuelos desde los países aquejados por la enfermedad, por lo que no nos preocupamos por el caso del pasajero que falleció en los Estados Unidos. Ayer se anunció que una segunda enfermera en Texas había sido diagnosticada con la dolencia, pero eso tampoco nos inquieta, ya que ella había estado en contacto directo con el paciente que la contagió y, de cualquier modo, ya ha sido aislada y se le está tratando.

Quizás pudiera preocuparnos el envío de 165 médicos cubanos a Sierra Leona, a los que seguirán cientos más que llegarán a Liberia y Guinea, como aporte valeroso de una pequeña nación del Caribe, pero nos conforta saber que el gobierno cubano les ha advertido que si alguno de ellos llegara a contagiarse, no sería traído de regreso a Cuba para fines de tratamiento. Si los trajera de vuelta, acercaría el virus a nuestro país.

En los Estados Unidos, con todos sus recursos, sólo hay cuatro hospitales con facilidades adecuadas de aislamiento, y el personal médico allá no está entrenado en cómo manejar casos de ese tipo. Eso significa que la única opción real para nuestro país, donde ni siquiera las enfermedades comunes son bien tratadas, es impedir la entrada de cualquier persona que haya estado en alguno de los países afectados, como están haciendo ya Colombia y otras naciones, y rezar porque el virus no llegue.