¿Este es el cielo?

Creo sospechar que Dios nos habla a través de muchas cosas, solo hay que estar atentos. Soy un hombre lleno de defectos, nadie lo sabe mejor que yo, pero muchos de ellos los disimulo.

Hace ya unos años que estoy comprometido con la Fundación Rayito de Sol que dirige Jacinta Torres, una mujer a quien Dios le habló de manera directa para que trabajara a tiempo completo con aquellos niños especiales, los más abandonados, de los barrios de más riesgo.

Jacinta llegó a mí como llegan todas las grandes oportunidades que me da la vida de servir a mi país y especialmente a aquellos que a los ojos del mundo son los menos afortunados. Aquellos que no ocupan titulares los bancos jamás los tendrán como clientes, muchos –los que más– comen una vez al día, otros cuando se puede.

Tengo la dicha de ser voluntario de Rayito de Sol. Produzco una fiesta anual donde pido a mis amigos que me ayuden a servir como camareros y también vendan sus mesas. El dinero recaudado ayuda un poco para que esos 400 niños, divididos entre la capital y Villa Altagracia, puedan durante un año estudiar y alimentarse. Un puñado de hombres y mujeres entregados en cuerpo y alma han hecho de este apostolado su razón de existir y me han confesado que trabajando para los más necesitados han descubierto eso que llaman felicidad.

Cuando uno de esos niños sonríe –me ha dicho Jacinta– es como si Dios me hablara. La felicidad de esos niños es nuestra felicidad, son nuestra familia y verlos y tratarlos dignamente y ayudarlos con cualquiera que sea su impedimento, verlos, ayudarles a comunicarse, a sentirse privilegiados en nuestra sociedad.

Este año la fiesta rompió todas nuestras expectativas y llegamos a 100 mesas, es decir mil invitados.

Estoy rodeado de mis amigos camareros, todos inexpertos, embajadores, exitosos empresarios, médicos, abogados, artistas... una sola alegría nos mueve, servir a estos niños y hacer de esta fiesta una verdadera Navidad del corazón.

Hielo para la mesa 16, atiende a los del banco que se quejan de que les falta licor, hay que bailar con aquellos que no bailan, dile a la orquesta que toque merengues de los viejos que se están quejando del ritmo, ¿donde están los baños?, ¿a qué hora sirven la cena?, ¿quién es el que va a cantar? Y así transcurre la noche.

Jacinta siempre tiene una sorpresa, le he prohibido las sorpresas pero no hace caso y este año, luego de hacer un nacimiento con los colaboradores, Peter, rey mago, Lizzy también, decide que yo asuma el papel de ángel. Cuando me llaman al escenario la vergüenza, que aunque no lo crean tengo, me inunda. Camino lentamente, llego y no sé de dónde un grupo de colaboradores me viste de ángel, me ponen unas alas y hasta una tiara que hace juego. A mi lado uno de los niños especiales me mira con grandes ojos, en su mirada el asombro en su más bella manifestación, me toma de la mano, enternece mi corazón, ya no me importa que me vistan de ángel, o de lo que quiera la directora, esa mirada, esa sonrisa vale todos los disfraces.

Me pide que me baje. Obedezco, apenas lo escucho y entonces, casi en un susurro, me pregunta: “¿Dime, esto es el cielo?”.

Le pongo la mano en el pecho y le contesto: “El cielo está dentro de ti, pero no tengas prisa que ya llegarás a él”.

Le doy un beso en la frente e inmediatamente sospecho una vez más que mi Dios envía sus mensajes.