Orden en la casa

El orden cuesta. Requiere compromiso, respeto y sacrificio, y no todos están dispuestos a pagar el precio

No hay que ser muy avispado para darse cuenta de que en este país necesitamos orden en todos los niveles. (Ilustración: Luiggy Morales)

En las series de juicios y temas legales, es usual que el juez que preside el caso utilice el mallete para imponer el orden en la sala y su autoridad. El que no obedece, paga las consecuencias. Eso lo aprendí por televisión.

Ya en mis tropiezos por la vida aprendí que una casa dividida no se sostiene, que un partido dividido pierde elecciones y que un gobernante que no sabe utilizar oportunamente el mallete pierde el control de su escenario.

Y también aprendí que el orden cuesta. Requiere compromiso, respeto y sacrificio, y no todos están dispuestos a pagar el precio, a hacer la fila, a ceder el paso, a separar los desechos (siquiera a tapar la basura), a dejar que la Ley se imponga y la justicia se aplique, citando los ejemplos más simples.

No hay que ser muy avispado para darse cuenta de que en este país necesitamos orden en todos los niveles. Que el desorden parece haberse enquistado en todos los segmentos de la sociedad, poniendo en riesgo la convivencia, la inversión extranjera y hasta la gobernabilidad.

El desorden es el caldo de cultivo para muchísimos otros desmanes. Pero cuando el desorden se convierte en el nuevo orden, hay que prepararse para abandonar el barco porque es poco lo que se puede hacer.

El desorden general del tránsito provoca cosas más serias que tapones. El dinero, las oportunidades y el combustible que se queman mientras miras el tiempo correr frente a un semáforo inteligente que funciona, sustituido por agentes que no funcionan, no es cuantificable. El daño a la salud mental por el estrés, y a tus pulmones por el monóxido aspirado, no es cuantificable. Con tropecientas oficinas a cargo del tránsito del país, nadie quiere ponerle el cascabel al gato porque parece que a los dueños del desorden no les conviene.

El desorden en la educación tiene que ser a propósito. No puede ser que entre tantos técnicos preparados nombrados en el Minerd, en todos los gobiernos, no se haya podido esbozar un plan, un programa estructurado que funcione. ¿Alguien sabe lo que le cuesta al país para el presente y para el futuro cada día de clases que se pierde por razones tan baladíes como unas elecciones del gremio de profesores? ¿Quién se beneficia de la mediocridad de la educación dominicana, de que los estudiantes no lean, escriban o entiendan mínimamente un texto? Me encantaría saberlo.

El desorden en la migración parece no tener fin. La historia de la humanidad es la historia de sus migraciones, pero se requiere orden para entrar y para salir de unas fronteras establecidas. Los recursos son limitados y los Estados están para definirlos, por lo que disponen de organismos y cuerpos especializados para establecerlos y salvaguardarlos. Cada año en este país se celebran 72 foros sobre el tema y muchas de las posibles soluciones son válidas y aplicables, pero no se ejecutan. La migración desordenada tiene padrinos y genera muchísimos beneficios que no entran al fisco y dan pie a muchísimos ilícitos e injusticias contra los migrantes y contra los mismos residentes.

El desorden de las finanzas públicas. Desde mi ojo de sufrida contribuyente, este desorden tiene varias aristas: la corrupción, las exenciones infinitas y la impunidad, por citar tres que a veces se presentan juntas. No admito que me toquen “mi base impositiva”, ni que me hablen de reforma fiscal sin antes revisar algunos regímenes especiales que se establecieron para impulsar ciertas industrias que ya caminan solas, o sin desmontar los privilegios auto asignados de los legisladores, o las ayudas puntuales que se convirtieron en permanentes debajo de las narices de los que hoy claman por un presupuesto equilibrado a base de préstamos, cargando al mismo grupo que ya no puede más y castrando cualquier posibilidad de emprendimiento.

Y así seguimos.... Mis padres me enseñaron que el orden, como la Ley, entra por la casa. Vamos a organizar la casa primero, que bastante desordenada está.

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.