El síndrome de validación externa o la carrera contigo mism@

Hay que aceptar que la validación que no tuviste en la infancia no llegará de ningún sitio, excepto de ti mismo

La validación debe llegar de uno mism@. (Shutterstock)

Cuando sufrimos el síndrome de validación externa y no podemos valorarnos a nosotros mismos, iniciamos una carrera desmedida, en la cual nos dejamos la piel, para que alguien vea y reconozca lo extraordinarios que somos y lo mucho que valemos, pues todo lo que somos y hacemos carece de valor para nosotros.

Para ser capaces de autovalidarnos tiene que haber habido alguien primero que en nuestra infancia nos haya validado y reconocido que en nuestro interior existen cosas buenas. Si de pequeños, por las razones que sean, no nos sentimos suficientemente admirados, reconocidos, atendidos, o no respondieron a nuestra necesidad emocional más profunda: la de ser amados por lo que somos, es probable que lleguemos a la vida adulta con la sensación de que realmente no hay nada bueno dentro de nosotros para ofrecer al mundo. Desde esa carencia interior perseguimos intensamente el sentirnos amados y valorados de fuera hacia adentro: creemos genuinamente que habrá alguien o algo, allá afuera, que nos hará sentir bien con nosotros mismos, que nos reconocerá como personas imprescindibles y valiosas. Nos hemos convertido en necesitados de la aprobación externa.

Y así es como comenzamos la carrera para destacar, para “brillar”. Y si bien pensamos que la competencia para destacar es con los de afuera, la competencia real sucede en nuestro interior, donde tenemos una voz que nos dice que no somos lo suficientemente valiosos y probablemente hay algo que no hemos hecho todavía para que nos admiren.

Una grave secuela de este síndrome es que, al no sentirnos valiosos, no sabemos dar ni recibir amorIsabella PazPedagoga terapeuta

Así que nos desvivimos para probar al mundo que somos los mejores amigos, hermanos, padres, hijos, empleados, jefes, los mejores estudiantes, los que más leen, los que más saben, los más solidarios, etc. Nos convertimos en personas extremadamente agradables, pero nuestra motivación real es la de que “alguien” nos reconozca, “alguien” nos necesite, “alguien” por fin vea todo lo que valemos. Es decir, “alguien” que nos haga sentir bien con nosotros mismos, sin darnos cuenta de que estamos usando al otro para satisfacer nuestra carencia infantil.

Y un día llega por fin esa validación externa, nos dicen que somos buenos, que somos suficientes, que lo que aportamos al mundo es valioso. Pero en nuestro interior, a causa de nuestras experiencias del pasado, no conectamos con nuestra esencia real y al oír las deseadas palabras lo agradecemos, a veces hasta lo recibimos. Sin embargo, si no nos hemos validado nosotros mismos, el sentimiento de ser reconocido por el otro tendrá la particularidad de no ser suficiente y resultar efímero. En nuestro interior escuchamos una voz que nos dice: “eso que dicen de ti tan maravilloso no es verdad”.

Además, cuando no nos sentimos suficientes en nuestro interior, sucede otro fenómeno: sentimos la extraña necesidad de confirmar allá afuera lo que pensamos de nosotros mismos. Así que es probable que nos encontremos persiguiendo personas no disponibles (al igual que vivimos con nuestros cuidadores primarios) con los que la aprobación nunca va a llegar. Estas relaciones perpetúan y recrean el escenario infantil, en el cual nos sentimos no queridos, no apreciados, no considerados, rechazados, etc, donde la fantasía esta vez sí será diferente: se van a dar cuenta de mi valor.

La paradoja estriba en que, a pesar de querer que nuestra historia infantil tenga un final feliz, escogemos a las personas incorrectas, aquellas que no pueden valorarnos, no porque no quieren, sino porque debido a su propia historia y carencias, sencillamente, no pueden hacerlo. Así que nos vemos confirmando una y otra vez en las experiencias con los demás que no somos valiosos ni suficientes.

Otra grave secuela de este síndrome es que, al no sentirnos valiosos, no sabemos dar ni recibir amor. Muchas veces estamos tan enfocados en lo de afuera y en que aquellos que no pueden darnos nada nos den algo (atención, aprobación, amor, seguridad..) que perdemos completamente la posibilidad de disfrutar el amor de los que sí nos quieren. Incluso, hasta ponemos en duda ese amor, pues, ¿cómo es posible que alguien nos pueda amar?

Para poder cambiar esta forma de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás es necesario traer a la conciencia todas nuestras carencias para darnos cuenta de cuándo estamos cayendo nuevamente en el patrón de buscar la validación allá afuera y detenernos sin juzgarnos.

¿Cómo aprendo a valorarme?

  • Tienes que parar. Decirte a ti misma: ¡basta! Detener esa carrera compulsiva por buscar la aprobación externa. No más "hacer" para que te miren.

  • Acepta que la validación que no tuviste en la infancia no llegará de ningún sitio, excepto de ti mismo.

  • Identifica cuando la cabeza te miente a través de esa voz interna que te invalida.

  • Reconoce que nadie ni nada pueden hacerte sentir. Tú eres el único responsable de cómo te sientes respecto a ti mismo.

  • Aléjate de las personas que perpetúan tu sensación de no ser suficiente.

  • No te compares con los demás.

  • Toma las acciones necesarias para sentirte mejor contigo mismo, desde buscar ayuda terapéutica hasta practicar actividades de amor propio, etc. Accionar de manera diferente es la única vía de ver un cambio.

  • Enfócate en lo que sí tienes para dar y aportar a los demás. Deja de mirar lo que no recibes, lo que no eres, lo que no tienes, te permitirá ver lo que sí eres.

  • Desde esta perspectiva, el agradecimiento diario a cada cosa que está presente en tu vida te permitirá enfocarte en lo que eres y tienes.

  • Inicia una búsqueda espiritual que te conecte con tu esencia interior, que es el amor, y que lo fue desde el principio.