¿En pleito de marido y mujer nadie se debe meter?

Yo no soy Nostradamus, pero lo llegué a pronosticar...”, fue la declaración de uno de los residentes del Ensanche Luperón -ante los medios de comunicación- aquel fatídico 12 de octubre en que su vecino, el comerciante Gilberto González, se quitó la vida tras asesinar a balazos a su pareja Jacqueline Méndez y a su vecina Xiomara Capellán.

“Lamentablemente, tenemos una cultura en la que se aplica la frasecita de nuestros abuelos y bisabuelos: ‘En pleito de marido y mujer nadie se debe meter”, asevera otra moradora del Luperón que, por su proximidad con los familiares del victimario y de las víctimas, pidió que se omitiera su nombre ante el temor a posibles represalias (al igual que el resto de los allí entrevistados).

Sin saberlo, ambos ciudadanos de esa barriada capitaleña se suman al 54% de los casos en los que nadie interviene en los actos de violencia, según una muestra de 59 internos por feminicidios tomada en enero de 2012 por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).

Tal vez si este par de vecinos (al igual que los allegados a las víctimas de los 98 feminicidios registrados de enero a junio de 2012 por la Procuraduría General de la República) hubiera denunciado a tiempo las agresiones que -según atestiguan- sufría Jacqueline Méndez a manos del victimario, a lo mejor hoy estaría viva. Y es que, a juicio de la antropóloga social Tahira Vargas: “Se han evitado muchos casos por la intervención de personas de las comunidades, de los líderes comunitarios y de las redes de apoyo que logran sacar a la mujer del contexto de violencia”.

Callar o denunciar...he ahí el dilema

“¡Mira lo que le pasó a aquella por estar opinando!” no solo es el argumento de una de las personas cercanas al doble feminicidio del Ensanche Luperón, al referirse a Xiomara Capellán (la vecina ultimada), sino que forma parte de las justificaciones que surgen entre la población para mantenerse al margen ante las diversas manifestaciones que presenta la violencia contra las mujeres.

¿Testigos o cómplices?

“Yo sé lo que sabía todo el mundo, que ellos tenían problemas y que él la agredía”, afirma una de las vecinas de Gilberto González y de Jacqueline Méndez, quien confiesa que no se atrevió a denunciar el caso para no ser considerada en el barrio como una ‘freca’.

En palabras de Tahira Vargas, si alguien conoce un caso de violencia contra una mujer y no lo denuncia podría convertirse en cómplice, porque no actúa para que se rompa el círculo de la violencia. Así lo confirma Susi Pola: “La complicidad es un concepto que indica cohecho. Sin embargo, cuando omitimos y callamos, entramos en una especie de complicidad pasiva que es corresponsable de los hechos acontecidos”.

Soraya Lara explica que en la sociedad existen cómplices activos y cercanos que exacerban los ánimos violentos del hombre y que estimulan a la víctima a quedarse junto a él. Entre ellos enumera a fiscales, familiares, religiosos, psicólogos y psiquiatras, quienes revictimizan a la agredida y empoderan al agresor. “No meterse (en pleito de marido y mujer) es poner a la víctima en un estado de mayor vulnerabilidad y peligro”, agrega.

De su lado, Susi Pola entiende que el silencio es cómplice cuando determina violencias siguientes y mayores, como el feminicidio. “De hecho, las personas que callan, sentirán un cargo grande de conciencia”. Y en efecto, así parece ser. Dos semanas después del doble feminicidio, los residentes del Ensanche Luperón no quieren volver a hablar del tema y algunos expresan que se sienten abrumados y apenados, porque no hicieron nada para impedir el hecho. “La gente se siente con cierto grado de responsabilidad por no haber actuado, denunciado o aconsejado a tiempo”, revela uno de los entrevistados en el populoso sector.

Sin embargo, la procuradora general adjunta para Asuntos de la Mujer, Roxanna Reyes, subraya que la persona que ha presenciado un hecho de violencia podría convertirse en testigo, en un eventual proceso que se le abra a un imputado; mientras que Susi Pola añade que los niños siempre son testigos-víctimas y aclara que también lo son aquellos adultos que son impedidos de actuar ante estos casos bajo amenazas, chantajes y agresiones, entre otros.

Este reportaje fue publicado en la Revista Mujer Única, 2012, por Olga Agustín y Mitri Jiménez. Grupo Diario Libre. Fotos: Shuterstock.