Una casa con sabor cubano en el Este dominicano

La entrada principal se planteó por la esquina, levantando el nivel del piso cuatro escalones por encima del nivel de la calle, a fin de que la casa no quedase soterrada. Entre pilastras y arcos, esta entrada está matizada por un pañete exterior, cuya textura y color (propios de la época colonial) vienen dados por una mezcla de cal y tierra de la zona.

 Si bien es cierto que el sobrenombre de esta casa parece estar bien fundamentado, a juzgar por la cantidad de arcos existente (39 en total), no se puede negar que esta tendencia se ciñe al estilo arquitectónico utilizado por el arquitecto Miguel Llodrá, responsable de este proyecto, quien utilizó al máximo los arcos de medio punto y las columnas redondas.

Inmediatamente, el arquitecto erigió la entrada principal, levantando el nivel del piso cuatro escalones por encima del de la calle, y la dotó de una decoración que porta, igualmente, elementos propios del estilo ecléctico. En esta área, poseedora deun amplio espacio empleado como garaje, se percibe una escalinata de coralina, que conduce al recibidor de la casa. Se accede a esta pieza a través de un gran portón enmaderado de tablero de dos hojas, que permite avistar al fondo un muro revestido de coralina, de aproximadamente siete metros de altura, mientras un mueble del siglo XIX le antecede y refleja a través de su espejo la imagen de todo el que lo contempla.

 

 

El reinado del detalle

 

Existe también una batería de muebles, dispuestos en todas las áreas, que provienen en su mayoría de Indonesia y que fueron adquiridos, casi en su totalidad en La Romana. Este mobiliario se presenta en madera de teca (una material tan duro, elástico e incorruptible, que hasta se emplea preferentemente en algunas construcciones navales).

En el “camino de los elefantes”, por ejemplo, el sofá, los sillones, la mesa central, una escultura... Todo parece cobrar forma de elefante por ser un animal que, a juicio de la anfitriona, trae buena suerte al hogar.

Tres habitaciones (la de los anfitriones y las de sus dos hijos) son una franca invitación al deleite visual. Objetos de valor histórico y artesanal, como una cama perteneciente a la época de cuando Indonesia era colonia de Holanda, o como algunas reliquias, son algunos de los artículos que se pueden apreciar en el entorno.

En la habitación matrimonial, una amplia estancia abierta a un patio de luz y al área de la piscina, se sitúan: una pequeña área de estar, un espacio reservado para un escritorio y una imponente cama indonesia inspirada en un mueble de la Colonia inglesa. En tanto, la ropa de cama es italiana, las mantillas decorativas imperan por doquier.

Por su parte, tres espaciosos cuartos de baño, donde dos de ellos (los de los hijos) son tan atrevidos que permiten ducharse “al aire libre”, presentan baldosas hidráulicas que acentúan la expresión artística cubana a través de sus colores y diseños.

En el otro extremo de la “U” es toda una experiencia adentrarse al comedor y, justo al lado, insertarse en la amplia cocina, con su meseta de mármol, una isla central y todo un arsenal de elementos decorativos alusivos a la figura del gallo, donde se sigue la tradición francesa de incluir la figura de esta ave para atraer a la buena suerte.

Ya en el exterior, la terraza ofrece una refrescante vista hacia un jardín que evoca una sensación de reposo y de frescor, donde coloridas plantas frutales y ornamentales trepan sobre rústicos pergolados, muros y portones. Y son, justamente, estos elementos arquitectónicos tan rústicos como el estilo que guió a este matrimonio para hacer de su vivienda una réplica de aquellas residencias coloniales de Camagüey, que gracias al arquitecto Miguel Llodrá parecen haber cobrado vida a través de esta “casa de los arcos”.

@olgaagustin