Vuelve a la realidad, apaga el celular

(Foto: Shutterstock)

No es fácil, lo sabemos. Cuando llegamos al borde de la adicción por estar conectados constantemente perdemos tiempo y calidad de vida con la familia, pero es posible recuperarse haciendo conciencia con autodisciplina.

Lo peor de todo es la apatía. Esa falta de emoción ante todo lo que pasa al alrededor. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste una conversación con algún familiar, tus hijos o tus amigos sin que ninguno desviara la atención a alguna pantalla?

Se escucha y se habla en automático sin prestar realmente atención. La vida transcurre dentro de las laptops, celulares y tabletas. Estamos tan absorbidos que, mientras respiramos aquí afuera, en nuestra mente hay una necesidad imperiosa por saber qué está pasando o cuál es el tema del momento según las nuevas plataformas de “información”, lo que nos recomiendan los feeds de las distintas redes sociales, o las constantes conversaciones en mensajes de texto.

Y ya se ha dicho mucho pero, señores: ¡hay que intentar desconectarse! Hay que practicar la humanidad. Hemos caído en una trampa, recordando las palabras de Zygmunt Bauman, reconocido sociólogo y filósofo polaco: el ser humano es un ser social y necesita crear comunidades, pero reales. Las redes sociales son un sustituto de ellas, solo son una zona de confort.

“Puedes añadir amigos o borrarlos, controlas con quién te relacionas. La gente se siente mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización (...) en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales”, decía Bauman.

Y sí, hacer amigos, crear una comunidad, es difícil porque necesitas exponer tus emociones, necesitas de esas habilidades que se desarrollan cuando interactúas realmente con las personas. Hay que conversar y enfrentarse a las dificultades de tener opiniones distintas, de no coincidir. De sufrir decepciones... todo eso es parte de la construcción de las relaciones humanas. Ahora encontramos la manera de “conversar” y ser “simpáticos” sin tener que mirar a los ojos a nadie. Así es fácil.

¿El resultado?

Una gran parte de nosotros, porque hay que incluirse, nos hemos fusionado con las máquinas y, según Sherry Turkle, psicóloga del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), de las 24 horas que tiene el día al menos ocho las dedicamos a mirar una pantalla –lo que equivale a una jornada laboral– inhabilitados de emociones verdaderas y con incapacidad para analizar o interesarse por profundizar en algún tema de la realidad social. Y ni hablar de los estudios que asocian la depresión y la ansiedad con el uso excesivo e indebido de las redes e internet.

Todo eso es lo que están aprendiendo los niños y las niñas a los que, cada vez más temprano, se calla o tranquiliza poniéndoles un aparato en las manos sin ningún control ni regímenes e instrucciones de responsabilidad. Y en los casos extremos, crecen sin capacidad para expresarse o enfrentarse al mundo real.

En 2015, el profesor uruguayo Leonardo Haberkorn, docente de comunicación en una universidad de Uruguay, publicó en su blog una carta a sus estudiantes en la que anunciaba su renuncia a la enseñanza por cansarse de pelear contra la distracción provocada por los celulares y el envío de mensajes y selfies de sus estudiantes durante la clase sin ningún interés por aprender.

¿Qué hacer?

En estos tiempos la desconexión total es imposible, tampoco podemos hacernos los tontos porque la cotidianidad se rige por el uso de las nuevas tecnologías. Es una herramienta realmente útil y lo que manda es realmente administrarse, como aconseja uno de los expertos entrevistados.

Ellos lo hacen así

“En mi casa, en ocasiones hemos declarado “fines de semana sin tecnología”, donde los móviles, las tabletas, las computadoras y televisores son prohibidos. Nos hemos ido a parques y a jugar offline con los niños. Es muy terapéutico pero muy difícil de lograr, requiere mucha disciplina y voluntad. Si se hace programado, si se avisa con tiempo y se le da carácter de aventura, y no como “castigo”, resulta genial. Tuve que hacer magia para resistir la presión tan grande pero eso solo demuestra el nivel de adicción que tenemos”, Darío Martínez Batlle, Asesor informático

“Como trabajo con esto, lo que hago es poner en silencio total mi celular y cuando estoy en algo muy importante lo apago”, Marleny Cabrera, Social Media Manager

“En ocasiones, al ver a mi hija Sara cerca tiendo a poner el celular boca abajo para que ella vea la acción y la llamo para que hablemos o me cuente un chiste malo. Consumimos mucho contenido digital...en la semana trato de buscar siempre algo que hacer con ella...desconectarse no funciona; es administrarse”, Isaac Ramírez, Tech Editor