¿Sabes qué le sucede a tu cuerpo cuando no paras de pensar?

¡Cuando te detienes a reparar demasiado en las cuestiones de tu vida diaria podrías perder todas estas cosas!

El cuerpo no percibe este patrón de pensamiento de forma gratuita, tiene un costo. (Shutterstock)

Pensar demasiado puede ser uno de los grandes males del siglo XXI. El estrés es una condición relacionada a este hábito de pensar demasiado las cosas, “hacerse problema por nada” con preocupaciones, cuestiones laborales o peleas familiares.

El cuerpo no percibe este patrón de pensamiento de forma gratuita, tiene un costo. Y pagarlo puede ocasionar muchas veces riesgos en la salud, el estado anímico y las relaciones interpersonales con quienes una persona se rodea afectivamente.

Se pierde la iniciativa a tomar riesgos, hacer cosas y empezar nuevas actividades

El hecho de pensar demasiado, hace que las personas “se enrieden” con posibilidades, y no logren concretar acciones reales. Por ejemplo, la etapa previa a comenzar una actividad física.

Estar pensando durante semanas qué actividad es la correcta, si se “hará el ridículo”, quiénes serían las mejores personas para elegir como compañía, cuál es el lugar en mejores condiciones para desarrollar la actividad, y etc. Hace que el proceso de decisión se extienda demasiado y la actividad física nunca llegue.

Muchas personas creen de forma equivocada que pensar demasiado no produce desgaste físico o cansancio. Por el contrario, está comprobado científicamente que forzar la mente hace que se caigan los niveles de energía corporal.

De esta forma, pensar demasiado limita el potencial físico de las personas, les da mucho sueño, cansancio en el cuerpo, los músculos y las articulaciones. Las personas se ven desganadas, con la piel desvitalizada y los hombros bajos en todo momento.

Y es que pensar demasiado es frecuentemente un sinónimo de estrés. El estrés es, además de uno de los principales causantes de enfermedades de todo tipo en personas de todas las edades, un gran consumidor de las reservas de energía disponibles en las células del cuerpo humano, y un detractor de las defensas expresadas en glóbulos blancos.

Cambia el apetito de forma desmesurada

Los cambios de apetito que son producto de pensar demasiado se dan de forma desmesurada, sin previo aviso, y de forma perjudicial para la salud.

En algunos casos, el apetito crece notoriamente, haciendo que las personas coman demasiado simplemente por ansiedad, estrés o nervios. Con esta actitud, se da un aumento de peso, y los análisis clínicos no siempre arrojan datos favorables en cuanto a la glucemia, colesterol y etc.

En otros casos, el apetito decrece, haciendo así que la persona pueda padecer hasta un cuadro de anemia, se encuentre cansada, sin ganas de hacer actividad física o con mucho sueño todo el tiempo, lo cual lógicamente resulta perjudicial para su desarrollo cotidiano y bienestar físico.

Cuesta mucho más conciliar el sueño

Pensar demasiado es el gran causante de insomnio de todos los tiempos. Los pensamientos invaden el cerebro y de esa forma resulta absolutamente imposible dormir y lograr un buen descanso.

Y es que las personas se quedan pensando en sus preocupaciones de forma potenciada antes de dormir, cuando ya están acostadas (según revelan investigaciones y encuestas de todo tipo).

El momento previo a dormir (y por consecuencia previo a encarar el próximo día que está por venir), puede llegar a atormentar a las personas y sorprender con el sonido del despertador y el sol en la ventana de un minuto a otro.

Es por eso que, antes de acostarse a dormir, los médicos recomiendan suspender todo tipo de estímulos motivantes o conexión con noticias de actualidad. Dejar los celulares a un costado, apagar la televisión y evitar charlas profundas o discusiones con los compañeros de cama o convivientes.

Lograr un descanso con un promedio de 8 horas diarias de sueño es una condición esencial para gozar de una buena salud.