El creador Gianni Bracciani, toda una vida entre plumas

Grandes estrellas han desfilado con sus imaginativas creaciones

El artesano italiano Gianni Bracciani (Santo Stefano Ticino/Italia/AFP/france24.com)

Pasó la vida en medio de las plumas. Y a los 89 años, el artesano italiano Gianni Bracciani mantiene la mirada radiante mientras camina por su taller donde sigue creando piezas para las principales casas de moda.

Angelina Jolie, Hilary Swank, Celine Dion, Naomi Campbell y Jennifer Lopez han desfilado con sus imaginativas creaciones aunque casi siempre sin nombrarlo.

A pesar de su edad, Gianni trabaja todos los días junto con su hija Emanuela, de 51 años, para crear, intercambiar opiniones, recibir proveedores o incluso si es necesario pasar la escoba.

“Plumas, plumas, para mí, es una pasión”, confiesa el octogenario de ojos azules que no piensa jamás retirarse.

Entre plumas nació. El origen de su empresa se remonta a 1883, cuando su abuelo comenzó a importar desde París piezas de alta costura y luego plumas que vendía en Italia, especialmente para sombreros.

Su padre continuó la aventura, y él, a la edad de 15 años, prefirió trabajar más que ir a la escuela.

Primero se encargaba de confeccionar los paquetes, luego el padre lo enviaba por toda Europa a contactar clientes, especialmente en Francia.

Cuando tomó las riendas de la compañía junto con su esposa Lucía, decidió dedicarse también a la ropa.

Importantes firmas italianas, francesas, inglesas y estadounidenses le hacían encargos.

“Una familia”

Con metros de tela y plumas de todos los colores, el taller “Bracciani Piume”, ubicado en Santo Stefano Ticino, a unos treinta kilómetros de Milán, parece la cueva de Alí Babá.

“Aquí somos como una familia”, asegura uno de los nueve empleados, Dani, de 62 años, de los cuales 40 años los pasó trabajando para la firma.

Inclinado como un padre, Gianni le da algunos consejos mientras coloca plumas de avestruz negras en una elegante minifalda.

A su lado, una máquina sopla plumas sobre trozos de telas que serán ensambladas para crear chaquetas de lujo.

Gianni tuvo esta idea hace unos cuarenta años cuando uno de sus compañeros de viaje le rasgó la chaqueta mientras estaba en la cima del Gran Paraíso (a 4.061 metros de altura) en los Alpes italianos.

“Usamos plumas de ganso de Siberia, otras compañías usan plumas recicladas, que habían sido usadas. Nosotros sólo usamos plumas vírgenes, queremos lo mejor”, explica Gianni, cuyos abrigos se exportan a Rusia, Japón y China.

El taller también ha creado los uniformes con plumas para los carabineros italianos.

En el pasado le han hecho pedidos extravagantes, como la bailarina que quería una cama cubierta de plumas...

Cuando se le pregunta si a los 89 años no está cansado, Gianni es claro: “Sí, estoy muy cansado, pero me gusta crear, darme cuenta de lo que piden mis clientes”.

Aumento de precios

Si bien duerme muy poco, el otrora gran atleta, apasionado de esquí y snorkel, es un personalidad creativa.

Ha inventado una docena de máquinas para teñir o trabajar las plumas y desarrolló “2.200 recetas” para colorearlas.

“El problema ahora es encontrar la materia prima. Es cada vez más difícil encontrar plumas de buena calidad”, sostiene.

Para que un gallo tenga plumas hermosas, se necesitan casi dos años. Debido a la agricultura intensiva, las aves a menudo se sacrifican antes de que las plumas hayan podido crecer adecuadamente, lo que ha elevado sumamente los precios.

En las avestruces, las plumas se cortan porque vuelven a crecer, o se usan plumas de aves sacrificadas para el consumo. Ningún animal es asesinado específicamente para emplear sus plumas, según los tratados internacionales, explica Gianni.

El futuro de la empresa, con una facturación de dos millones de euros al año, es positivo, gracias, en gran parte, a su hija Emanuela.

“Trabajar con mi papá es increíble y entretenido pero también extremadamente agotador: es un tipo creativo, comienza muchas cosas, pero rara vez las termina”, cuenta Emanuela, responsable de concluir sus ideas, tal como lo hacía su madre hasta su muerte hace tres años.

Ella espera que el amor por las plumas pase también a su hijo de 17 años, una nueva generación que este año vio como ese ornamento se impuso de día y de noche.

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