Del miedo a la reacción

El titular de una nota en El Nuevo Día es demoledor: Puerto Rico destruido, incomunicado y angustiado. En México, al hilo del conteo de los fallecidos por el terremoto, se cuela un tuit que recoge una escena muy particular: de noche y trabajando en el rescate, entre escombros, alguien canta Cielito Lindo y los demás le siguen. Gritan Viva México. Un desahogo para darse fuerza y sentirse unidos.

Los desastres, dicen, revelan lo mejor y lo peor del ser humano. Un grupo aprovecha el paso de Harvey para saquear comercios, cargando las cajas en yipetas de lujo. Alguien pone su casa a disposición para acoger los niños de un orfanato tras el terremoto de Haití. Hay vivos que invaden terrenos después de una lluvia torrencial y hay voluntarios que ayudan a reconstruir las casas de los que las perdieron.

Las catástrofes no solo retratan a los individuos. También a las sociedades. Organizadas y con capacidad de respuesta. Desorganizadas, improvisadoras. Reactivas. Solidarias o corruptas. Con capacidad de superación, bien lideradas. Insensibles, mal dirigidas. En cualquier caso, en cualquier retrato, el puntal de una recuperación descansa en la naturaleza real de sus instituciones.

Puerto Rico devastado, las pequeñas islas del Caribe destrozadas. Cuba, malherida, tardará en recuperarse más que otros. Aquí, toca reaccionar y prepararse para superar el último trimestre de un año largo y lento. Un año raro, un año con el freno puesto. Irma, María... han sido dañinos pero no desastrosos.

Los huracanes dan miedo, pero no hay otra opción que ponerse a trabajar para reconstruir. Y que el viento no se lleve al olvido los temas pendientes...

IAizpun@diariolibre.com