En la fila de la vacuna
En la UNPHU, el proceso para la primera dosis, empezó hace ya un mes. Estudiantes y voluntarios hicieron el proceso rápido, amable y ordenado. Explicaciones precisas, sonrientes y a la medida de cada uno. Muchos vacunandos nerviosos, alguno realmente asustado y la mayoría impaciente por recibir su dosis de Sinovac.
Sorprenden las razones de los que se niegan a recibir la vacuna. Desde la estrambótica “dicen que me puedo quedar infértil” a la inaceptable “me da miedo la aguja”, pasando por el socorrido “estoy esperando a ver los efectos secundarios”, el libertario “no aguanto que nos manejen como borregos” y el asustado “mi familia es propensa a los trombos”.
La cuestión es que es más riesgoso no vacunarse que hacerlo, así que aunque solo fuera por la ley de probabilidades, es mejor oír a la ciencia.
Segunda dosis en Ágora Mall. Como el horario es extendido y arranca a las 8.00 am, los madrugadores estábamos allá a las 7.30 am. Fila ordenada, todos respetando la distancia en la fila, nadie sin mascarilla. En silencio unos, mirando sus celulares los demás. Empieza el movimiento a la hora precisa. El personal sanitario no duda ni pierde el tiempo. El proceso funciona a la perfección. Nombre, cédula, pase aquí. Temperatura, el aviso: “Primera dosis de AstraZeneca, segunda dosis de Sinovac”. Pase allá. Avance al puesto 1. Siéntese diez minutos.
Rápido, eficiente, en silencio. Hay un consenso implícito en la fila que va creciendo de que esto es importante y hay que hacerlo bien.
-Tenga su cédula, ya se puede marchar. Recuerde que no puede fumar ni beber en 72 horas.
-Disculpe... ¿cómo dice? ¡Nadie había dicho que no se puede fumar!
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