Forrest Gump, el virus y los guapos del barrio
Como Forrest Gump, un iluminado echa a andar. En esta película va camino de Puerto Plata y en el trayecto se le va sumando una corte de supersticiosos.
No es el virus el que da miedo. Son ellos los que dan miedo. Porque decidirán con su voto en las próximas elecciones el gobierno que deberá sortear la crisis sanitaria y económica que ya ha dejado un rastro de víctimas. Mortales y económicas. Lo que da miedo es el uso de los vehículos del 911 y de la Policía que ponen sirenas para abrir paso al llamado peregrino. Peregrinajes que ya son un género y se organizan a modo de performance cada cierto tiempo...
Las iglesias cerradas, cuando la gente que necesita ese aliento se arrodilla en la orilla de una playa para que un iluminado se sumerja, con cruz incluida, en las aguas ¿sanadoras? del Atlántico.
Estamos peor de lo que queríamos aceptar. Una pandemia (bastante controlada aquí, por cierto) revela profundas realidades sociales. Una masa que actúa así ¡franqueada por las autoridades! es tan manipulable como se propongan los que tienen los medios para hacerlo.
Dan miedo. Ellos y los que beben clerén para matar el bicho. Dan miedo los que bravuconean como guapos de barrio porque ya se han subido en el coche oficial de alcalde o se retratan con pistolas como en el Viejo Oeste. Dan miedo porque los han elegido y como piensan y actúan van a gestionar presupuestos públicos. Dan miedo los que no tienen más plan que regalar dinero y comida y avanzan a golpe de talonario en las encuestas.
No se puede salir, abrir el pequeño negocio, trabajar en lo que aparezca... pero si sale usted a hacer el coro más esperpéntico de los últimos años hasta le escoltan.