Los impuestos que pagamos no son bajos, Don Pepe. Son muy altos. En primer lugar porque los servicios que recibimos por ellos son de muy baja calidad: educación, salud, seguridad... Estamos obligados, si podemos, a pagar dos veces: la versión pública y la privada. Nos hemos acostumbrado, casi nos parece normal. Ni protestamos cuando dicen que pagamos pocos impuestos.

Pagamos impuestos desorbitados -más del 50%- en los billetes de avión (y vivimos en una isla). Cerca del 60% del precio de los combustibles son impuestos, con los que contribuimos generosamente a los subsidios que reciben los empresarios del “transporte público” que aquí es un negocio privado.

A las puertas de una reforma fiscal las palabras habrán sonado a gloria al gobierno. Mujica, político querido, un rock star de la cultura política-pop de este siglo, asombrándose de lo bajos que son los impuestos.

Si los servicios que recibimos fueran adecuados... quizá. O si no supiéramos que con nuestros impuestos se pagan nóminas infladas y privilegios indignantes de legisladores y funcionarios. Y si las fortunas de algunos políticos no salieran directamente del presupuesto, es decir de nuestros impuestos, también los pagaríamos con menos objeciones.

Los impuestos ya han empezado a subir, para tranquilidad espiritual de Don Pepe. Lo han hecho los peajes y la placa de los vehículos. Y los combustibles encadenan dos semanas de alzas que probablemente se alarguen... Impuestos altos o bajos, eso es muy relativo. Todo depende del uso que se hace de la recaudación. Aquí... los impuestos son muy altos y los pagan siempre los mismos.

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