Los votos de extremo a extremo
Tiene sentido que Marine Le Pen, candidata de la extrema derecha a la presidencia de Francia, pida el voto a los seguidores de Melenchon, el candidato de la extrema izquierda ya fuera de la segunda vuelta.
Nada se parece más a la extrema derecha que la extrema izquierda.
Sienten la misma pasión por las armas y no solo para coleccionarlas. Tanto una como otra generan con frecuencia grupos terroristas a los que siempre “comprenden”. Luchan por derribar el sistema para salvar al pueblo; preguntar primero al pueblo si quiere ser salvado específicamente por ellos no es siempre un trámite que se cumpla.
La democracia es estupenda para llegar al poder, pero una vez arriba no hay quien los saque, siendo la extrema izquierda mucho más eficiente en quedarse (contando en décadas) que la extrema derecha. Tampoco es un requisito para detener la revolución que el pueblo no quiera seguir con ella. Eso molesta, pero no impide.
El que no piensa como ellos siempre es “el enemigo”. El descartable, el insultable. Son, de lado y lado, totalitarios. Stalin y Hitler. Castro y Pinochet. Unos cuentan los muertos en millones, otros en miles y los más novatos en cientos. Los asesinados son víctimas colaterales. El fin último, que para un lado y otro tiene siempre un halo de glorioso misticismo, bien valen el esfuerzo y dolor de matar. Son los elegidos, los predestinados. Extrema izquierda y extrema derecha sienten fascinación por lo militar. Términos, saludos, gorras, uniformes... Todos vestidos igual para demostrar que son diferentes.
Le Pen pide el voto de la extrema izquierda. No son tan extraños compañeros de viaje. Son la misma desgracia.
IAizpun@diariolibre.com
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