Maduro, Ramos y las dictaduras
Jorge Ramos es un entrevistador incómodo. Ha sacado de sus casillas a más de un gobernante y sus encontronazos con Donald Trump fueron épicos.
Por eso, no se entiende que Nicolás Maduro, en su actual circunstancia, accediera a su petición y le concediera un encuentro. Quizá está acostumbrado a periodistas complacientes que resisten con estoicismo y /o entusiasmo sus respuestas en modo discurso. Unos días antes no le había ido muy bien con una periodista de la BBC, así que podía haberse preparado. No iba a ser una entrevista aplauso.
Después de que Maduro saliera de la sala, Jorge Ramos fue conminado a entregar cinta y grabadora y retenido por dos horas. El ministro de comunicación venezolano dio una razón absurda para justificar el incidente: Ramos, explicó, había entrado con una cámara oculta para espiar en el Palacio de gobierno.
Las entrevistas a los gobernantes deberían ser un género periodístico que se estudie aparte. Nunca, ninguno, sale satisfecho. O son tan blandas que les llueven las críticas o son tan ácidas que el entrevistado las rechaza. En el caso de los dictadores todo se extrema. Las entrevistas a Fidel Castro son un monumento al ego del dictador, por ejemplo. (Y a veces dan para dos tomos, claro). Otros se niegan a recibir a un periodista y por supuesto... están los que un periodista nunca entrevistaría por miedo a no salir vivo.
Maduro ha entrado en una espiral. Se muestran más nervioso y serio, menos dado a burlas y chistes. No podía ser de otra manera. Venezuela sigue viviendo la cuenta atrás del régimen... pero no se ve el final del túnel.
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