Un sacerdote y un psiquiatra coinciden en su diagnóstico sobre los jóvenes de hoy en República Dominicana: “¿El futuro? Lo tienen muy difícil. Más difícil que sus padres”.

Por su profesión -o misión- son depositarios de las confidencias de todo tipo de personas, de situación económica, personal y social muy diversa; no hablan de un grupo determinado. Para empezar, la generación de sus padres tenía en la educación un seguro profesional y económico, una vía de movilidad social. Se sabía: si estudias y te haces profesional tienes el trabajo asegurado y puedes progresar en la vida. Eso era incontestable. Era así.

Hoy la educación, en concreto una licenciatura universitaria, no sólo no garantiza el empleo, y si se consigue trabajar en lo que se estudió... no hay garantía de que el sueldo sea suficiente para independizarse y comenzar un proyecto de vida. Pero... ¿eso sólo pasa en las clases más populares?

No, contesta el doctor. Si una pareja joven de clase media o media-alta empieza hoy una familia, puede apostarse a que sus progenitores ayudan: o pagan la hipoteca, o compran un apartamento, o pagan el colegio de los nietos...

Y de nuevo coinciden: un rasgo común de esta generación es la inmadurez. Sacerdote y médico, tienen su visión particular sobre las causas pero ambos identifican el consumismo como uno de los factores claves que contribuyen a que esto sea un rasgo cada vez más frecuente y detectable en todas las clases sociales.

Cada generación cree que los suyos fueron los grandes problemas. Los de esta generación parecen estructurales, de complicada, muy complicada solución.

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