Plásticos
En 2021 (ni tan cerca ni tan lejos) en Europa estará prohibido fabricar y vender calimetes, bastoncillos y cubiertos de un solo uso. Es el principio del fin del usar y tirar, ese sello distintivo de nuestro tiempo que ha terminado por convertir en gigantescos basureros playas, océanos, ciudades, pueblos...
También en Estados Unidos se empieza a legislar en ese sentido. Nueva York ha prohibido ya los envases de poliestireno, ese material descartable (no desechable) en el que se sirven bebidas y comidas. La guerra a la basura tóxica alcanza también a las fundas plásticas que se expenden en los supermercados y otros establecimientos. San Francisco fue el primer estado en disponerlo.
Por muchas manualidades que hagan los niños en la escuela, reciclar no es suficiente aunque haya que hacerlo. Lo que detendrá la invasión de basura plástica es prohibir su uso. Son pequeños gestos, un adecuamiento progresivo, cambiar unas costumbres por otras. Puede empezar en el restaurante o cafetería rechazando el calimete para el agua (¿Quién ha decidido que el agua se bebe con calimete?). O llevar al súper los bolsos de tela que eviten las fundas plásticas, algo que ya se ve con normalidad. Volver a los envases reusables, a los materiales nobles; cristal, cerámica, madera... Tomar el café en la oficina en una taza, no en vasito plástico, el agua en vasos o termos.
Del mantra de reducir, reusar y reciclar... los expertos se quedan con el reducir. En el caso de los plásticos de un solo uso y de las toallitas húmedas supuestamente desechables, lo único que parece surtir efecto medible y válido es... la prohibición.
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