¿Reforma policial?

La reforma de la Policía Nacional ha vuelto a ponerse sobre el tapete, sin que nadie tenga una salida adecuada. Tan grave es el problema.

La Policía arrastra problemas de reclutamiento, doctrina, moral institucional, mala imagen, bajos salarios y pobres equipos. Sin embargo, es una Policía muy eficiente en la investigación de los crímenes y delitos, aunque con graves limitaciones en el campo del respeto a los derechos humanos.

Para facilitar el reclutamiento de mejores hombres y mujeres es necesario mejorar los salarios. Pero también se necesita una auditoría interna que determine el número real de agentes, y dónde están. Un aumento indiscriminado sólo serviría para hacer más ricos a algunos oficiales que disponen de “nóminas” especiales de agentes a su servicio.

Con mejores agentes se podría cambiar la cultura vigente en la institución del orden y unas prácticas que vienen de la dictadura. La Policía tiene que ser un cuerpo policial, no un cuerpo militar vestido de Policía, que tiene poco satisfactorias relaciones con la comunidad a la que sirve. En ese sentido, habría que analizar si todavía es necesaria una Policía política de ocupación, como es la actual, o si debiera fraccionarse a nivel provincial, dejando sólo los aspectos de investigación en el ámbito nacional.

La reforma policial, como puede apreciarse, es más que una nueva ley: es un cambio institucional tan profundo que no deben esperarse resultados visibles a corto plazo.

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