Campos de concentración

Entiendo la preocupación de amigos a los que les parte el alma ver a infelices haitianos marcharse sólo con lo que tienen encima. Son seres humanos, ajenos a políticas migratorias y al derecho soberano del Estado a regular la presencia de extranjeros. Pero detesto a aquellos, incluido a un laureado escritor, que aceptaron impasibles en Miami la versión de que tenemos campos de concentración, y luego disfrutaron con alegría de las bondades de nuestra Ciudad Colonial, sin ir a los lugares donde estarían esos guetos.