Un hombre solo afrontando la multitud

Pocos llegaron donde Javier Marías llegó

Hay tres aspectos, desde mi visión personal, que caracterizan la vida y la obra -la obra de vida- de Javier Marías, quien falleciera en Madrid el pasado domingo de neumonía.

En primer lugar, su persistente defensa de la lengua española, enfrentando todos los cambios que ha introducido la temática de género, contraviniendo las normas que rigen el buen uso del habla castellana. Segundo, su fidelidad a la columna periodística, que lo mantuvo casi hasta la última hora de su vida escribiendo para diarios y revistas su opinión sobre diversos temas, casi siempre otros muy diferentes a los literarios. Tercero, la lucha constante que hubo de librar, y no calladamente, para mostrar sus cualidades extraordinarias como escritor, frente a las soflamas de quienes pretendían empequeñecerlo, negarlo, cerrarle puertas.

Todo lo demás fue lo esencial: su obra, sus libros, su trabajo literario. Novelista, cuentista, ensayista, articulista, cronista, lingüista, traductor. Se distinguió en cada una de las áreas de la literatura donde ocupó su tiempo y su inteligencia, y por ello ganó todos los premios que un escritor pueda recibir en distintas geografías y en diferentes espacios. Pocos llegaron donde él llegó. Muchos debieron rendirse antes sus saberes y su dominio del ejercicio de las letras.

Se ha dicho que fue uno de los mejores novelistas en lengua española, no del siglo pasado o del presente, sino de toda la historia de la literatura. Pero, sus relatos son esencia viva de un estilo narrativo propio, donde florecían los hallazgos del asombro. Fue un ensayista de pensamiento ágil que vertebró desde una conciencia lúcida, con la que supo desenvainar todas sus espadas para convulsionar a la sociedad intelectual y a la misma sociedad civil y política, con sus urticantes aseveraciones y sus aguzados modos de defender sus puntos de vista. Sus artículos eran de colección y muchos terminaron siendo libros, un poco imitando la tarea de su padre, el filósofo Julián Marías, y los precedentes del maestro de su padre, José Ortega y Gasset, que en los periódicos desojaron sus margaritas en columnas y escritos célebres con los que terminaron forjándose sus famas.

Las semblanzas y crónicas de Javier Marías eran, tal vez, uno de los puntos que hoy menos recuerdan, pero en mi caso me han resultado sustanciales para saber cómo se escribe, muy a pesar de que sus luces están muy distantes de las mías. Fue un maestro escribiendo sobre las personalidades de sus colegas escritores, de su patria y de otras patrias, a veces sólo leyendo rasgos, comisuras y gestos congelados en fotografías. No necesitaba conocerlos para describirlos humana y sentimentalmente, por decir algo. Como traductor hizo una labor extraordinaria, vertiendo al español a Faulkner, Joseph Conrad, Lawrence Durrell, Martin Armstrong, Winston Churchill,  y destacándose su traducción de “Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy”, conocida simplemente como “Tristram Shandy” del escritor irlandés Laurence Sterne.  Y como coleccionador de premios -es broma, de las que Marías gustaba mucho- obtuvo los principales, en Madrid, Roma, Turín, Alemania, Estados Unidos, Italia, Austria, Francia, Chile, Venezuela.

Marías inició su carrera literaria  cuando tenía veinte años de edad con su primera de las dieciséis novelas que escribió, “Los dominios del lobo”. En 1986, con “El hombre sentimental”, comienza a ser reconocida su labor. Pero, su nombre se eleva a partir de 1992 con la aparición de “Corazón tan blanco”, que se convirtió en el libro del año en España y fue el primer libro de autor español traducido al alemán en el siglo XX. A partir de ahí, influenciado por los comentarios que llegaban, comencé a leer a Marías. Todo Javier Marías en treinta años. Uno ni lo puede creer, porque parece que fue ayer el boom originado por “Corazón tan blanco”.

Pero he anotado los tres elementos que creo más relevantes en el ejercicio intelectual de Marías. Y he colocado en primer lugar su deseo de que se escriba y se hable correctamente nuestro idioma, tan vapuleado por diversos grupos sociales en los últimos tiempos. Pedro Salinas, que lo precedió en esa defensa del lenguaje, escribió -epígrafe del libro cumbre de Marías en este aspecto- que “no es permisible a una comunidad civilizada dejar su lengua desarbolada, flotar a la deriva, al garete, sin velas, sin capitanes, sin rumbo”. El escocés Alexis Grohmann, miembro correspondiente de la Real Academia Española, en representación del Reino Unido, afirma que Javier Marías “sin andarse con miramientos y llamando a las cosas por su nombre, va dibujando un estado apocalíptico de nuestro idioma mientras sale, irónico pero decidido y aguerrido (es decir ejercitado en esta y otras guerras, y animoso), a su defensa”. Marías decía no creerse un purista y sabía, además, que hay batallas perdidas, pero a su vez afirmaba que “nuestra lengua se está llenando de estupideces superfluas”. Opuesto a eliminar tildes, a las malas hablas, a la marea continua de incorrecciones de la prensa y la televisión, a las cotas de imbecilidad que aporta el lenguaje políticamente correcto (son citas suyas, aclaro), Marías atacaba fuertemente, como solo Álex Grijelmo  desde otra perspectiva sabe hacer, el empobrecimiento y enrevesamiento que se practica y atenta contra la economía del lenguaje, “como esa plaga ñoña que obliga a cualquiera que se manifieste en público a decir: ‘los niños y las niñas, los españoles y las españolas’, olvidando que en castellano, como en francés e italiano, el plural masculino no es siempre literalmente masculino, sino que, según el contexto, es extensivo y engloba a la totalidad, sin hacer hincapié en el sexo”.

Por esos mundos andaba Marías, batallando contra torres de viento, cuando en su propia España le hacían la vida imposible, y él se quejaba con sorna y tunda, de quienes le negaban hasta su nacionalidad (“Son ya tan numerosas y variadas las ocasiones en que se me ha negado la españolidad por parte de algunos críticos y colegas indígenas -tanto en lo que se refiere a la lengua como a la literatura como casi a la ciudadanía- que a la postre, me doy cuenta, he llegado a sentir cierta inhibición a la hora de hablar de los escritores de mi país…las ocasiones en que se me ha negado la españolidad han aumentado furiosamente…no sólo me siento cada día más apátrida, sino también más huérfano y descarriado”). En su lucha pues contra los descarríos de la lengua, las virulencias del vivir cotidiano desde cualquier ángulo, sus letras de política y sociedad,  y las bandas críticas que asediaron su recia humanidad sin dobleces, negándole incluso su españolidad (tal vez por sus tramas en otros contextos no hispanos o por su nutrida presencia en Oxford, en el Wellesley College de Massachusetts, en Francia, Gran Bretaña o en Alemania) Javier Marías murió siendo, como atestigua Grohmann, un hombre solo afrontando a la multitud.

Javier Marías fue publicado en 60 países y traducido a 40 lenguas. Completó 50 años de carrera literaria desde la publicación de su primer libro en 1971 y el último el año pasado. El próximo martes 20, cumpliría 70 años de edad. Rechazó siempre el Premio Cervantes y no le concedieron el Nobel de literatura que bien merecía.

LIBROS
  • Mañana en la batalla piensa en mí

    Javier Marías, Alfaguara, 1996, 423 págs. Una de las novelas más premiadas del autor. Ganó el Rómulo Gallegos, el de la Real Academia, el Prix Femina de Francia, entre otros.

  • Juro no decir nunca la verdad

    Javier Marías, Alfaguara, 2015, 378 págs. Una de sus constantes: reunir los artículos que publicaba en diversos medios. Los 95 que forman este conjunto se dieron a conocer en el diario El País. Instantánea de la realidad, escritos con agudeza e ironía.

  • Berta Isla

    Javier Marías, Alfaguara, 2017, 544 págs. La penúltima novela del autor. Publicitada como “la envolvente y apasionante historia de una espera”. Su última novela fue “Tomás Nevinson”, considerada la mejor de 2021 y con la que cerró su ciclo de escritor.


José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.