Peña Lebrón: ¡65 años y un gran libro!

Peña Lebrón se anticipó a los poetas de su generación

Juan Alberto Peña Lebrón publica sus primeros poemas en 1948, cuando apenas acababa de cumplir 18 años de edad. Seguirá publicando en 1949, antes de cumplir los 19. Como se sabe, fue en la página “Colaboración Escolar” que coordinaba María Ugarte en el diario El Caribe, donde se dieron a conocer sus primeras piezas poéticas, pero posteriormente Peña Lebrón publicaría en “Cuadernos Dominicanos de Cultura”, en 1950, en la revista “Alma Máter”, en 1954, y en una revista que dirigía el poeta Manuel Valerio titulada “Revelación”. Esto demuestra que, en sus inicios, entre finales de los cuarenta y en los primeros años de los cincuenta, el poeta de Estero Hondo, radicado entonces en Santo Domingo, ejerció como poeta de forma activa.

El 10 de marzo de 1953, cuando le faltaban tres meses para cumplir 23 años de edad, presenta su libro Órbita inviolable (Imprenta Arte y Cine), adelantándose a la casi totalidad de los miembros de su grupo poético, que para entonces aún no tenían la denominación que se le otorgó posteriormente de Generación del 48. Avilés, Cifré Navarro, Abel Fernández Mejía, Lara Cintrón, Luis Alfredo Torres, Rafael Valera Benítez, Abelardo Vicioso, Víctor Villegas (que publicaría su primer libro casi treinta años después), aún no habían publicado sus poemarios. Las excepciones son Lupo Hernández Rueda, que en ese mismo 1953 publicaría “Como naciendo aún”, y Juan Carlos Jiménez, quien también publica su único libro “Edad hacia la vida”, en ese mismo año. Moriría joven, a los 31 años, en 1960, víctima de la dictadura trujillista. Alberto Baeza Flores le atribuye “importancia histórica” a la aparición de Órbita inviolable, debido a que  Peña Lebrón expresa en el mismo inquietudes de corte sociopolítico que posteriormente formarían parte del cuadrante lírico de los vates del 48.

Máximo Avilés Blonda, un año menor que Peña Lebrón, es quien prologa Órbita inviolable. Avilés no refrendó totalmente la obra de Peña Lebrón. Por el contrario, le hizo señalamientos, apuntando “vacíos, defectos, indecisiones” que le recriminaría luego Lupo Hernández Rueda. No resulta buena decisión aceptar la escritura de un prólogo de un compañero de grupo y de generación para descargar en el escrito de introducción a una obra prima supuestos yerros que, a la postre, parecen infundados. ¿Pudo este prólogo haber afectado el ánimo de Peña Lebrón, influenciando en su decisión de no publicar jamás otro libro y casi escondiendo para la posteridad su único poemario?

Peña Lebrón, como anota Baeza, muestra “madurez” en su primer y único libro, tomando en cuenta que tenía 23 años de edad, justo la misma cantidad de años que tenía la dictadura, mientras que Avilés, todavía sin publicar libros, se muestra “demasiado estricto y en la vehemencia juvenil de sus 22 años”, y no puede notar que el pensamiento poético de Peña Lebrón (“que la vida, mucho más tarde, nos hará gustar y regustar”) ha sido escrito “impulsado por un relámpago de intuición, de adivinación de un después, al que lo anima la situación personal y nacional que percibe en silencio, con una callada intuición grave”.

Y aquí entramos en los dos aspectos fundamentales del poemario de Peña Lebrón, de tan solo 16 poemas. El primero: los poemas transitan por un cauce de desasosiego, dolor, desesperación, que le provoca el rompimiento o alejamiento de la amada. El segundo: el poeta describe una estancia de horror y duelo, desolación y desesperanza. La angustia toma posición en la indiferencia general frente a lo que sucede en su geografía, donde prevalece “la sed de los dormidos/ la angustia del cobarde” y hay un “gran olvidador voluntario/ arropado en las turbias mañanas decisiva […] ceñido a su vacío que lo encierra”.  El poeta proclama, empero, que “la ilimitada paciencia tiene su límite”, y entonces se pregunta: “A este asunto ceñido, a esta inestable sinfonía sin ecos,/ a la vida y a la muerte, al llegar y al partir/ de tantos indecisos momentos, de tantas incontables sospechas,/ el temor y el horror,/ el decir y el callar, y más allá de todo/ tener que ser, aparecer, aplaudir o llorar”.

La mayoría de los críticos, incluyendo Baeza Flores, solo destacan la segunda parte, ignorando la primera. Sin duda alguna, Peña Lebrón se anticipó a los poetas de su generación, describiendo el drama nacional (“Hay tantas cosas que callar: la noche;/ hay tantas cosas que nos asedian los henchidos dominios del sollozo…”), pero, de igual modo, conforme  Hernández Rueda, “como todos los poetas de su tiempo, Peña Lebrón parte de lo íntimo, de lo personal, para llegar a lo colectivo, a su país amado y su desgracia común”, y antes de enlazar su poesía con esta realidad, “el poeta desangra la amargura romántica de su amor adolescente”. El suyo es un amor abrasador, que le quema sus instintos, que le provoca una angustia de la que desea liberarse. “No hay esperanzas en el amor. Ella está ausente, lejana, y el poeta no espera de ella nada que no sea el olvido, el dolor, la muerte del olvido”. Es el poeta, afirma Lupo, frente al amor perdido. “Ella le causa honda, angustiosa aflicción, de ahí su visión asolada del mundo, las asociaciones del amor con la muerte”. Lupo anota que, como otros del 48, en Peña Lebrón “aflora el amor como destrucción”. Peña Lebrón, ha de acotar el líder de esa generación, “con su pasión desoladora, con la asolación que es la amada, está, desde que la conoció, perdido, porque ella falta…Nuestro poeta queda muerto por dentro y por fuera, cuando la pierde para siempre, cuando él deja de quererla”.

De modo que son dos los temas poéticos que se muestran en Órbita inviolable. El amor desolado que, al final, se olvidará, hasta que el propio olvido muera, a pesar de que el poeta escribe que desea morir con ella. Y el desgarro existencial por la tragedia nacional que, con justicia, Lupo asegura que Peña Lebrón “describe magistralmente con fuerza avasalladora”, por ser el poeta parte de esa tragedia. Se ha acentuado mucho el segundo, olvidando casi siempre el primero. Lupo le reprueba  a Avilés su ingrato prólogo, señalando que, contrario a lo que dice, “no hay conformismo con la realidad en esta poesía valiente de Alberto Peña Lebrón”. Recuerda además que el poema “Aniversario del silencio” se publica en 1950 en Cuadernos Dominicanos de Cultura, antes de aparecer en Órbita inviolable, de modo que la valentía de Peña Lebrón es práctica, porque lo da a conocer en medio de la dictadura. Y Lupo cuenta una anécdota. Recuerda que caminando de noche junto a Peña Lebrón por la calle José Reyes, cerca de la iglesia de Las Mercedes, Peña le habló de agruparse para luchar contra Trujillo. La propuesta sorprendió a Lupo quien, asustado y dudoso, sólo atinó a decirle a su amigo y colega que todavía no tenía una idea política definida. “La conversación cambió de rumbo, sin que los dos pudiéramos dormir entonces pensando en las palabras y los hechos”.

Deseo resaltar por otro lado las tantas influencias que se atribuyen a Peña Lebrón de poetas diferentes. La lista de Baeza Flores incluye a Rilke, el poeta inglés William Wordsworth y Neruda. Avilés Blonda nota la presencia de Goethe, Antonio Machado y, claro, del poeta chileno Ángel Cruchaga Santa María, cuyos versos Peña Lebrón coloca como epígrafe de su poemario, como más adelante hay otro de Manuel del Cabral. Lupo ve en su poesía a Lorca, Cernuda, también a Machado, Leopoldo Panero y sobre todo a Vicente Aleixandre. Todos fueron leídos y estudiados por Peña Lebrón y sus compañeros, gracias al profesor Carlos Curiel que orientaba las lecturas de varios del grupo mientras estudiaban en la Escuela Normal de Varones, hoy liceo Juan Pablo Duarte.

Peña Lebrón publicaría otros poemas sueltos, la mayoría escritos entre 1948 y 1953, y cinco de ellos en 1966, incluyendo “Meditación después de la siesta”, que fue escrito durante la revolución de abril y la intervención norteamericana de 1965. Julio Jaime Julia anunció en 1977 que Peña Lebrón escribía entonces un nuevo libro que había titulado “Estirpe de los siglos”, y lo describía como “un libro de poesía con ambiciones épicas, en torno a la historia patria”. Ese libro nunca fue publicado. Creo que “Estirpe de los siglos” es el mismo que menciona Lupo Hernández Rueda titulándolo “Isla”, que dijo haber leído, afirmando que era “su más acabado poema”, y comparándolo con “Centro del Mundo” de Avilés Blonda, “Itinerario del dolor” de Víctor Villegas, y “Crónica del Sur” del propio Hernández Rueda. Sólo el Canto VII de “Isla” aparece en la antología del 48. De modo pues que con un solo libro publicado, Peña Lebrón mantuvo por ¡65 años! una gran expectativa, intensificada en los últimos decenios, sobre una edición que muy pocos conocieron y que él no permitió que se reeditara hasta hace apenas cuatro años. Sólo un “extremado concepto del rigor” motivó lo reducido de su obra, como señalara Manuel Rueda. ¿O existieron otras razones?

Juan Alberto Peña Lebrón falleció, a los 92 años de edad, el pasado lunes en la ciudad de Moca, donde estableció residencia desde 1956. “Órbita Inviolable” cumplirá 70 años de publicación el año próximo.

  • Lupo Hernández Rueda Feria del Libro, 1998 Dos tomos; 923 págs. Incluye: la historia del grupo y una antología de sus integrantes.

  • Órbita Inviolable y otros poemas

    Alberto Peña Lebrón Editora Nacional, 2018 82 págs. Primera edición solitaria después de 1953.

  • Antología de Poetas Mocanos

    Julio Jaime Julia Editora Taller, 1977 148 págs. Primera antología poética de provincias en República Dominicana.

José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.