Conversación permanente

La democracia debe ser una conversación permanente entre dirigentes y dirigidos y, ¿por qué no?, también entre dirigentes y dirigentes. La democracia es diálogo, el intercambio de razones para llegar al compromiso que permita la acción común. La actitud de cerrarse a la conversación conduce a la autarquía del pensamiento, a la exclusión de los otros, al personalismo irreflexivo y autoritario. De espaldas comienzan los duelos y, después de unos pasos, ya de frente, es tarde para conversar, porque los disparos buscan sus muertos. Martín Torrijos, también, sugiere a Vargas nombrar una comisión para dialogar. El sentido común pide diálogo. hfigueroa@diariolibre.com