Crónica de un déficit

El presupuesto, en el mejor de los casos, es un ejercicio literario hecho al estilo del realismo mágico. Lo que se pone en el papel es una aspiración sin vocación de realización. Los gobiernos idealistas enumeran, en esa ley, lo que deberían gastar; los pragmáticos, lo que saben nunca gastarán; los francamente malvados, lo que jamás debieran gastar. Lo mágico siempre está más presente que lo real. Esa es la razón de que nunca estos presupuestos sirvan a la causa del desarrollo. El presupuesto acordado es mayor al actual. Lo cierto, con todo y reforma: crónica de un déficit aceptado. hfigueroa@diariolibre.com