Iglesia implacable

López Rodríguez desaparece de templos

La Iglesia, como el tiempo en la canción de Pablo Milanés, es implacable. Los setenta y cinco años es un límite drástico, y desde que se cumplen hay que recogerse, guardarse y esperar el punto final de la muerte.

Da prórroga, pero corta y para que se prepare maleta y se disponga para la mudanza, aunque solo pueda llevarse el misal o el libro de oraciones.

La ausencia o licencia del Cardenal fue dolorosa para el debate nacional, pues siempre estaba en ánimo de pelea, cuando se afectaba el imperio católico, y parafraseando la retórica antigua, el estilo era el arzobispo.

Igual fue ingrato cuando en los oficios en vez de pedir por López Rodríguez, se empezó a hacer por Osoria. Una nueva costumbre que se hizo difícil hasta para los párrocos.

Sin embargo, en las misas de guardia se seguía pidiendo por López Rodríguez y no por Osoria, pues el primero era hasta la semana pasada el obispo castrense. Con el Papa de por medio, Osoria asume este rango y el nombre de López Rodríguez desaparece de los templos, borrado con hostias posiblemente sin consagrar.

La Iglesia, como el tiempo en la canción de Pablo Milanés, es implacable.