La duda sobre los procuradores
Si todo está bajo sospecha, nada sirve...
Entre autonomía e independencia se hacen difíciles los consensos. No se cree ni se confía en nada y nada tampoco se hace creíble y confiable.
Cada órgano importante tiene autonomía presupuestaria, sin que hasta ahora se haya demostrado que ese manejo lo haga más eficiente y honesto.
Las entidades que administran su propio dinero no tienen mayor entereza financiera que las que responden a un orden centralizado.
Igual ocurre con los funcionarios que deben arbitrar situaciones y cuya principal exigencia es que sean independientes.
Independientes del Ejecutivo debiera decirse, sin advertirse que igual es la dependencia de otros poderes como Legislativo o Judicial.
Lo peor es que se reclama esa independencia, se le nombra considerando esa condición y luego se le descalifica por necedad.
A una sociedad gobernada por la sospecha permanente se le hace difícil, casi imposible, llevar adelante sus procesos. Además del trastorno evidente.
Si fuera por experiencia o por temperamento, en este país no existe equidistancia, aun cuando cada estamento (bajo sospecha) ejerce su función.
La duda sobre los procuradores se pasa de razonable.