Si el ascensor de Palacio hablara...
Por ahí entran los que no quieren ser vistos...
El día que se escriba la historia del transfuguismo deberán consultarse dos fuentes inestimables: las escalinatas de la entrada frontal del Palacio y el ascensor en la parte atrás. No el de uso particular y único del presidente que sube a su despacho, sino el otro para visitantes distinguidos o que no quieren dejarse ver.
En una –escalinata– y otro –ascensor– todo empieza y todo termina. Aunque no se conozca mucho de especie o de condición.
Si hay políticos en venta o hay ofertas que no pueden rechazarse, pues el cuento registra ambas situaciones, haciendo el juego más emocionante.
Así como un voto quiere beneficiar a su dueño y se somete al mercado persa, el candidato que no participa en subasta no tendrá alfombra mágica.
El político que toma la garrocha para dar el salto no se preocupa tanto por caída libre, sino por cómoda. Dar una vuelta por la Delgado, aunque entre por la México, “a ver qué dice la gente de Palacio”.
Una averiguación que ahora es más discreta porque Marchena eliminó la famosa Duarte con París en que se colocaban los reporteros.
Ahora nadie ve nada y el postulante se basta y se sobra.
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