Todo se sabe, tarde o temprano...

Hay que evitar el escándalo al final...

El Gobierno –este, el anterior, el que viene– debiera conocer lo elemental (mi querido Watson): todo se sabe, más tarde o más temprano. Esa situación se sintetizaba en el eslogan de un programa de farándula muy afamado en su tiempo: “Quien no quiera que se sepa, que no lo haga”.

No es que las redes están tensas y dispuestas a atrapar cualquier peje que se salga del chinchorro, sino que la gente sospecha y se pela por contar.

El Gobierno –este, el anterior, el que viene– debe conocer la naturaleza humana y prevenir los escándalos, y mucho más en las finales.

La circunstancia es delicada, y el acto más inocente puede convertirse en pecado, y hasta delito, si media la asechanza o la manipulación artera.

El palo acechado no es recomendable por estos días, y debe evitarse a toda costa la provocación, pues de provocación está empedrado el camino de la perdición.

No hay que aprender en cabeza ajena, pero las experiencias no se dan en vano. Tal vez el ánimo sea bueno y la maldad lo dañe.

Convendría tomar las cosas con suavena y no hacer ahora lo que no se pudo en 8 años, pues no debe olvidarse que las agrias no se pagan.

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