La abstención
Los números no mienten, pero en los recintos electorales se vio una realidad distinta.
Los números dicen que en las elecciones presidenciales del 5 de julio se produjo la más alta abstención de la historia electoral reciente, solo cercana a los comicios de 1994, cuando fue de un 40 por ciento, sin embargo, a los ojos de la gente votaron más personas que la cifra de menos del 50 % que ofrecen los números publicados por la JCE.
El entusiasmo de la gente por votar expresado en largas colas en todos los centros de votación, repletos de votantes desde antes de abrir los recintos, dio la impresión de que la participación rondaría los promedios habituales.
Aparentemente, la pandemia del COVID-19 afectó el entusiasmo de mucha gente, particularmente de los envejecientes, que se abstuvieron de acudir a las urnas.
Sin embargo, ese mismo entusiasmo es lo que otorga legitimidad a la decisión soberana del pueblo dominicano. La abstención no fue el resultado de un castigo al sistema político, sino el resultado natural de celebrar unos comicios en una situación anómala que nos afectó a todos.
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