Normalidad controlada
Una de las conocidas Leyes de Murphy establece que una orden que puede ser malinterpretada, será malinterpretada.
Esto viene a cuento en ocasión del aumento de los casos de COVID-19 a raíz de una serie de acontecimientos que van desde la reapertura de la economía, las actividades electorales y el poco control del consumo de bebidas en centros de diversión y en las calles.
La reapertura iba a ser malinterpretada porque no fue acompañada de medidas claras que indicaran que se trataba de una acción de tipo económico, no sanitaria. Cuando la gente vio que nada se hizo, se volcó a la francachela. Los vídeos que circulan de calles, balnearios y sitios de diversión, entre otros, son elocuente muestra de la forma alegre en que la gente tomó la decisión.
Una forma clara de enviar el mensaje es lo que hizo Nueva York, por ejemplo: se abren los restaurantes con todos los protocolos pero hasta las diez de la noche. No solo evitan horas de contacto, sino que se envía el mensaje correcto de que hay que cuidarse y que el propósito es que la gente vuelva a una normalidad controlada. Las autoridades todavía tienen mucho por hacer.
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