Pactos y consenso

La verdad hay que decirla: el único pacto que se ha logrado, el Pacto por la Educación, fue posible porque no había intereses en conflicto y podía hacerse sin cargar al sector privado.

La realidad es que los intereses interfieren con el consenso y no existe la voluntad política ni una entidad mediadora capaz de armonizarlos.

Por eso, el llamado Pacto Eléctrico no es tal pacto, sino el máximo de consenso a que fue posible llegar y nadie se atreve a hablar de un Pacto Fiscal porque para que sea efectivo, todo el mundo -incluido el Gobierno- tendría que sacrificarse.

¿Por qué esta incapacidad para anteponer los intereses del país a largo plazo, a los beneficios a corto plazo de las partes? Porque el Gobierno siempre está pensando en las próximas elecciones y el empresariado sabe que aportar más recursos al Estado sin garantía de cómo van a ser gastados, es un desperdicio.

Por eso, los impuestos que se cobran con más efectividad son los que paga el consumidor, no el empresario, y por eso, el Gobierno prefiere ir a Wall Street que sentarse a discutir con la Nación.