Sequía y pobreza
La sequía es un problema, pero algunos pueden soportarla. Otros no.
Por algún tiempo, la pobreza campesina se midió por las malas cosechas que una familia podía aguantar. Dos malas cosechas consecutivas y esa familia comenzaba a pasar hambre y se veía en la obligación de endeudarse sin solución a la vista, o tenía que vender su pequeña propiedad.
Traemos esto a colación, porque la sequía no es un asunto de economizar agua, o de no lavar los automóviles. Cuando hay sequía hay muchas personas que ven peligrar su forma de vida, cuyos pequeños ingresos desaparecen y deben tomar decisiones de vida o muerte para ellos y sus familias.
Por eso, cuando les pedimos a las autoridades que muestren su compasión y su diligencia ante la sequía, lo hacemos pensando en los tantos hombres y mujeres que han puesto su esperanza de vida en una parcelita, en una vaca y unas cuantas gallinas. Es para esas familias que se deben diseñar las políticas públicas y para ellas es que deben trabajar los funcionarios. Los ricos resuelven porque pueden aguantar. Para los pobres es ahora o nunca.
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