Volver a la normalidad
Después que todo el mundo mostró sus garras y dimos el espectáculo de una democracia con su Poder Legislativo convertido en fortaleza militar rodeada por manifestantes, ha llegado la hora de recoger los palos y las piedras y volver a la normalidad.
Los partidos pueden seguir discutiendo sus diferencias; los conflictos internos pueden seguir su agitado curso de destrucción y los candidatos continuar con su laborantismo. Pero el país tiene que seguir adelante, con sus instituciones funcionando para lo que están hechas y la economía en marcha con confianza.
¿Cuántos delitos pudieron haberse evitado si en vez de estar protegiendo al Congreso, los miles de policías y guardias ocupados en esa labor improductiva hubiesen estado patrullando nuestras calles? Los llamados a la normalidad deben ser escuchados particularmente por los dirigentes del partido de Gobierno, pues a ellos es a quienes más les conviene, y dejar esa especie de destino fatal de que nadie se atreve a tomar al toro por los cuernos.
La capacidad dirigencial se prueba en las crisis.
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