El problema es más profundo

En cada encuentro la queja es mayor del otro lado...

Los empresarios dominicanos quieren tener relaciones fluidas y entendimiento duradero con sus iguales haitianos. Si fuera por diligencias la isla sería una tacita de oro.

Solo que comprueban en cada ocasión que esa contraparte es difícil de peinar, y no porque el pelo sea duro, sino porque al parecer no quiere moños bonitos.

Podría pensarse que los haitianos se resisten a aguantar jalones, pero los interesados se dan cuenta de que el problema es más profundo.

Que tiene que ver con cultura, temperamento, historia, y sobre todo con recelos que son más cercanos en el tiempo, pero que ya obstáculos, son difíciles de sortear.

El intercambio era normal, con los beneficios y las ventajas de todo comercio oficioso. Empezó a la manera filibustera y se desarrolló durante siglos.

Cuando llegó la veda, los productores nacionales se dieron cuenta de que además de inglés, debían hablar francés, y hasta creole.

La primera cita fue en Miami, la segunda en Jimaní, y la tercera en Puerto Príncipe. ¿Bien? Mal. Ellos se quejan de que la cerveza haitiana no se vende aquí.

¿Culpa de quién? Oh, claro, de nosotros.