En directo - Haití impone su art naïf en RD
Se ha dicho que la pintura es el petróleo haitiano. André Pierre, Cedor, Tiga, entre otros grandes pintores de fama internacional, han hecho de Haití una gran galería de artes de temas naifs y mágico-religiosos.
Pero hay una multitud de pintores haitianos sin renombres que desde hace años han hecho del art naïf un producto de exportación hacia la República Dominicana. Ese arte se ha impuesto en espacios importantes de Santo Domingo y las principales ciudades del país.
El Mercado Modelo, El Conde y el Malecón de la Capital son las galerías de arte más vistosas y variadas, más concurridas y atractivas para una población de niveles culturales diversos, que busca a precio asequible satisfacer su curiosidad estética. Parecería que en ese dominio no existen prejuicios, como se evidencian en temas como la migración, la política, la religión, la nacionalidad, etc.
La idiosincrasia haitiana es el motivo central de la pintura de ese país. De los grandes pintores y de la multitud de pintores mediocres y hasta de falsos pintores del art naïf. Un pueblo pequeño y miserable, pero con una fuerza cultural percutante, a través de la pintura ha derribado fronteras geográficas y espirituales.
Esa expresión está centrada en la historia y el destino del pueblo haitiano. Las costumbres, la lengua, los rostros de la gente; la amargura de la pobreza y la festiva candidez de los tambores, se dicen en colores primitivos, intensos, realistas.
Hay quienes se preocupan por los aspectos fastidiosos de los haitianos para enrostrarles sus miserias, pero olvidan y subestiman la fuerza de su cultura. Si Haití es un pueblo que hoy todavía se reconoce en el mundo, no es por la pujanza de su economía o por la riqueza de su suelo o por el atractivo de su turismo.
Es por su cultura autóctona. El art naïf es un ejemplo claro de que el más débil puede ejercer influencia en los más fuerte.
La literatura, la pintura y el vudu son iconos internacionales de Haití. ¿Hay un arte dominicano que ejerza tanta influencia en los haitianos como el art naïf la ejerce en nuestro país?
Esos rústicos cuadros son un poderoso medio de transculturación. Están influyendo en nuestros gustos.
Los motivos haitianos forman parte de nuestro interés estético: las imágenes de las marchantes, los bodegones de flores y frutos coloridos, y las escenas humanas de multitud de rostros agrupados en avalanchas, participan, como tópicos culturales alternativos del universo isleño, estableciendo vínculo, diálogo, entre dos mitades separadas y diferentes.
Los dominicanos han ido venciendo la resistencia a contemplar, paseando y de soslayo. No sólo eso, ahora se han vuelto familiares motivos que antes eran no sólo extraños, sino censurados.
La influencia ha sido tan decisiva y lucrativa, que hoy gran parte de la pintura naive no se produce en Haití, sino en la República Dominicana y por dominicanos. Los pintores también han ido cambiando de nacionalidad, hasta el punto que ya no se sabe si el art naïf es fruto de haitianos o de dominicanos.
El fenómeno de transculturación se ha consumado totalmente. No sólo se consume lo naïf haitiano, sino que aquí se pinta, se produce a lo haitiano, por una hermandad de pintores que por encima de las cuestiones que separan los dos países, comparten lucros y gustos artísticos.
La idiosincrasia haitiana es el motivo central de la pintura de ese país. De los grandes pintores y de la multitud de pintores mediocres y hasta de falsos pintores del art naïf. Un pueblo pequeño y miserable, pero con una fuerza cultural percutante, a través de la pintura ha derribado fronteras geográficas y espirituales.
Esa expresión está centrada en la historia y el destino del pueblo haitiano. Las costumbres, la lengua, los rostros de la gente; la amargura de la pobreza y la festiva candidez de los tambores, se dicen en colores primitivos, intensos, realistas.
Hay quienes se preocupan por los aspectos fastidiosos de los haitianos para enrostrarles sus miserias, pero olvidan y subestiman la fuerza de su cultura. Si Haití es un pueblo que hoy todavía se reconoce en el mundo, no es por la pujanza de su economía o por la riqueza de su suelo o por el atractivo de su turismo.
Es por su cultura autóctona. El art naïf es un ejemplo claro de que el más débil puede ejercer influencia en los más fuerte.
La literatura, la pintura y el vudu son iconos internacionales de Haití. ¿Hay un arte dominicano que ejerza tanta influencia en los haitianos como el art naïf la ejerce en nuestro país?
Esos rústicos cuadros son un poderoso medio de transculturación. Están influyendo en nuestros gustos.
Los motivos haitianos forman parte de nuestro interés estético: las imágenes de las marchantes, los bodegones de flores y frutos coloridos, y las escenas humanas de multitud de rostros agrupados en avalanchas, participan, como tópicos culturales alternativos del universo isleño, estableciendo vínculo, diálogo, entre dos mitades separadas y diferentes.
Los dominicanos han ido venciendo la resistencia a contemplar, paseando y de soslayo. No sólo eso, ahora se han vuelto familiares motivos que antes eran no sólo extraños, sino censurados.
La influencia ha sido tan decisiva y lucrativa, que hoy gran parte de la pintura naive no se produce en Haití, sino en la República Dominicana y por dominicanos. Los pintores también han ido cambiando de nacionalidad, hasta el punto que ya no se sabe si el art naïf es fruto de haitianos o de dominicanos.
El fenómeno de transculturación se ha consumado totalmente. No sólo se consume lo naïf haitiano, sino que aquí se pinta, se produce a lo haitiano, por una hermandad de pintores que por encima de las cuestiones que separan los dos países, comparten lucros y gustos artísticos.
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