En directo - Manuel Hernández Ruigómez

A A principios del año 2006 recibí una inesperada llamada que me hizo revivir viejos lazos de amistad. "Hola, soy Manuel. Si, ¡Manuel Hernández Ruigómez!. Me encuentro en Santo Domingo, vengo como Cónsul General de España".

Hacía algún tiempo que no le veía. Le conocí mientras realizaba su licenciatura en Historia de América en la Universidad Complutense de Madrid. Manuel es hijo de don Mario Hernández Sánchez-Barba, eximio catedrático de Historia a quien me une una gran amistad y estrechos vínculos de colaboración académica.

Cuando comencé a frecuentar las tertulias madrileñas existentes en la época de la transición española Manuel, aún siendo más joven, participaba en muchos de aquellos encuentros para compartir ideas y tomarle el pulso a la actualidad, mostrando siempre su erudición y buen humor, al igual que una conversación fluida, espontánea y amena.

La llegada de Manuel como cónsul ha coincidido con mi paso por la presidencia de la Cámara Oficial Española de Comercio e Industria. Esta simultaneidad ha sido para mí de gran aliciente y eficaz ayuda, pues para el buen funcionamiento de la Cámara hispano-dominicana es imprescindible contar con la relevante colaboración, tanto de la Embajada de España, como de su Oficina Económica y Comercial, y ni hablar del Consulado. Por eso mi gratitud hacia él es inmensa.

Su presencia en el país no pudo ser más oportuna. El Consulado estaba sometido a gran presión, desbordado ante una creciente avalancha de solicitudes de visas y legalizaciones. Hacía falta alguien disciplinado y metódico, capaz de aplicar criterios racionales. Pero sobre todo actuar acorde con la idiosincrasia criolla, conociendo el modo de ser y de pensar de los dominicanos, lo cual ha sido clave en su exitosa gestión consular.

Además, nuestro cónsul había desempeñado otras funciones diplomáticas en varios países del área centroamericana, experiencias éstas que se conjugaban con una clara visión de la realidad hispano-americana en su conjunto. Factores que sin lugar a dudas le han servido de aval en el buen desempeño que ha logrado. En reconocimiento a su labor, el gobierno dominicano le otorgó, tanto a él como a quien ha sido su mano derecha, el cónsul adjunto Román Escohotado Álvarez, la condecoración de la Orden de Duarte, Sánchez y Mella, en el grado de Comendador, por los servicios que ambos han ofrecido a la sociedad dominicana con sus aportes en la suscripción del Convenio de la Haya sobre la Apostilla.

Como toda persona con valores auténticos, Manuel Hernández Ruigómez es sencillo, afectuoso, comprensivo, exigente consigo mismo y carente de afectación. Por tanto, no titubea en reconocer la validez del trabajo en equipo, agradeciendo el apoyo y la solidaridad que ha recibido de todo el personal que ha laborado a su lado.

Al igual que Manuel, su esposa Marijé Urquijo de Hernández, junto a sus tres hijos, Manuel, Nicolás y Álvaro, se adaptaron rápidamente al país, integrándose plenamente a la sociedad dominicana, donde han hecho muy buenas amistades, sosteniendo una intensa relación de simpatía con las mejores causas nacionales. Marijé, por ejemplo, trabaja como voluntaria en Mujeres en Desarrollo (MUDE) y se ha vinculado a las obras filantrópicas que realizan las damas diplomáticas.

Manuel Hernández Ruigómez, como diplomático, es portador de una amable energía y una convincente cordialidad, apegado siempre al espíritu del reglamento, sin ser demasiado rigorista. Siente una gran pasión por lo que hace y posee una enorme vocación de servicio que ha contribuido enormemente a fortalecer las buenas relaciones entre nuestros dos países. Como ha dicho el empresario Franklin Báez Brugal al referirse a él, "la caballerosidad y la forma respetuosa y eficiente con que ha sabido manejar el Consulado de España hicieron que se ganara el corazón de los dominicanos."

Al despedir a Manuel de ésta su primera estancia en misión oficial en tierra dominicana, no sólo nos unimos al merecido reconocimiento que se le ha tributado desde diversas instancias de la vida nacional, sino que esperamos de todo corazón que su carrera lo devuelva otra vez por estos lares. Ojalá que en funciones de embajador, como sucediera con don Diego Bermejo, otro funcionario estelar del servicio diplomático español que hoy desempeña ese rol con dinamismo y eficacia para beneficio de las tradicionales y promisorias relaciones hispano-dominicanas.

Adiós, Manuel y que vuelvas pronto.