El cambio

No se ven los cambios que prometió Abinader

Pocas veces un candidato presidencial había alcanzado tal nivel de identidad con una consigna política como la que logró el hoy presidente Luis Abinader con la promesa de cambio. Casi dos años después son frecuentes las personas que abjuran de haberle otorgado su voto favorable. Al mismo tiempo funcionarios y ministros se quejan de la incomprensión de la gente al no valorar las cosas hechas.  

¿Cómo explicar este cambio de actitud de muchos votantes? ¿Qué es lo que les impide ver lo que los funcionarios resaltan?  Confieso que le he dado seguimiento al fenómeno. Me he ocupado de hablar con muchos para tratar de escudriñar sobre este asunto. He descubierto dos puntos que me parece importante compartir con los lectores.  

Uno es que, en el contexto de los años de campaña, la palabra cambio perdió su significado literal y pasó a traducir las ansias del pueblo dominicano de acabar de una vez y para siempre con todo lo que representaba el régimen peledeísta, su modelo económico, su estilo de gobierno y sus prácticas políticas.  Es decir, la gente no votó por un concepto general y abstracto de “cambio”, sino específicamente por la negación de todo lo que representaban los 20 años de gobierno peledeísta. Las frustraciones de mucha gente provienen de constatar que el gobierno de Luis Abinader y su partido reproducen la continuidad, en áreas esenciales, de los gobiernos peledeístas. ¿Cómo es posible que este partido, tan crítico en la oposición, haya continuado el barrilito y el cofrecito en el congreso? ¿Qué explicación tiene que, a pesar de los compromisos de campaña, el Código Penal siga sin aprobarse? ¿Cómo es que han dejado solo al senador Antonio Taveras y su proyecto de ley sobre la Ley de Extinción de Dominio? Dos años después no conocemos la posición del Gobierno frente a la Ley de Seguridad Social. ¿Acaso al votante se le dijo que este gobierno profundizaría la línea de privatización neoliberal de los gobiernos peledeístas? ¿Cómo explicar tantos legisladores vinculados al narcotráfico? ¿Es suficiente con su extradición? 

El otro hallazgo que de modo persistente encontré es que mucha gente, a votar por Luis Abinader, asumió que lo estaba haciendo por un cambio radical, no en el sentido de hacer una “revolución” ni nada parecido, sino asumiendo el término “radical” en el sentido de “ir a la raíz”, es decir, atacando los problemas en las causas que lo generan. Se quejan que en la gestión del cambio, el gobierno de Luis Abinader se ha contentado con maquillar los viejos problemas o hacer cambios cosméticos, que al final se traduce en que todo sigue igual. 

El caso mas recurrente en la opinión de la gente es el de la política contra la corrupción de este gobierno. Es cierto que al principio hubo muchas expectativas ante el hecho de se investigaran y sometieran a la justicia a altos jerarcas militares, otrora intocables y, sobre todo, el empeño puesto por el Ministerio Público en la investigación, la reunión de pruebas para presentar vigorosos expedientes acusatorios. Pero, casi dos años después, comprobar que la persecución de la corrupción se ha quedado en el entorno inmediato del presidente anterior y que el Ministerio Público no ha levantado el dedo meñique para articular la operación “León Marino”, a fin de investigar y perseguir la sustanciosa corrupción de los gobiernos peledeístas 2004-2012. Lo más grave es que la Procuraduría de Persecución de la Corrupción (Pepca) mantiene archivados, durmiendo el sueño de la impunidad, un sinnúmero de casos de la corrupción de ese periodo. 

En materia de corrupción, luego de los 20 años de gobiernos medularmente corruptos del peledé y del mamotreto y engaño del expediente de Odebrecht, la ciudadanía que votó por Luis Abinader, el cambio que esperaba —y se sigue esperando— es que esta vez sí se atacaría el mal en su raíz. Y esto significaba que al tiempo que se enfrente con mano firme la corrupción propia, mostrar una voluntad y política de Estado para acabar con la impunidad.  La gran decepción ha sido que este gobierno, casi dos años después se ha limitado a la persecución del entorno del presidente anterior, acciones que otras veces hemos visto y que bien sabemos en qué terminan.  La gran decepción ha sido percibir que de nuevo las componendas políticas ganan territorio y toma fuerza la nefasta tesis de que “a los expresidentes no se les investiga penalmente”, para la consagración de la impunidad. 

Y para citar otro caso decepcionante, la ciudadanía cita la reforma de la Policía Nacional. Durante la campaña, el candidato Abinader fue muy enérgico en promover la necesidad de impulsarla. En su programa de gobierno y en decenas de intervenciones públicas afirmó las medidas que implementaría para enfrentar y solucionar el tema de la inseguridad ciudadana, incluyendo la reforma policial. Incluso se permitió, lo que ningún otro candidato hizo, traer asesores extranjeros. La ciudadanía agobiada por el tema de la inseguridad, al votar por Luis Abinader, lo hizo convencida que estaba frente al presidente que tenía en sus manos la fórmula que aplicaría una vez asumiera el gobierno para solucionar el grave problema de la inseguridad ciudadana.  Nuevamente, ir a la raíz implicaba transformar de arriba hacia abajo la Policía Nacional.  La primera decepción se produjo cuando, una vez en el gobierno, en vez de pasar a la acción, el presidente nombró una comisión, lo que lució una forma de sacarle el cuerpo para ganar tiempo. La ciudadanía se preguntó entonces ¿Y cómo fue que elegimos un gobierno que no sabe qué hacer en este tema crucial y que tiene que nombrar una comisión para que le diga qué hacer? ¿Qué de la destrujillización de la policía y hacerla un cuerpo garante de la seguridad ciudadana de los derechos y libertades? ¿Qué pasó con la profesionalización y lo de convertirla en un cuerpo de carrera? ¿Qué de la mejoría salarial, tecnificación de la Policía Nacional, entre muchos otros puntos decenas de veces planteados? 

Mi interés no es tener razón a costa de las legítimas aspiraciones de cambio de la sociedad dominicana. Ojalá que el gobierno de Luis Abinader produzca el giro.  Pero no me hago ilusiones. Habría que preguntarse si efectivamente, la naturaleza de clase de su gobierno y los compromisos con los poderes facticos le posibilitaría impulsar un cambio radical, aunque solo sea en el sentido de “ir a la raíz”.  Además, está la limitante de la ausencia en este gobierno de un sujeto social que motorice el cambio toda vez que el Gobierno y el partido solo se relacionan con la población desde una perspectiva clientelar y asistencial. 

Guillermo Moreno es abogado y político. Presidente de Alianza País.