Cómo se hace la historia

Lo relativo al complot del 30 de Mayo ha sido distorsionado. La gesta no fue lo que se desprende de la lectura de apuntes de enviados extranjeros. Ni dependía de fuerza alguna externa ni tampoco de grupos internos con sus intereses propios vinculados a los de extranjeros.

El panel celebrado el pasado 30 de mayo en el Archivo General de la Nación con el título Ajusticiamiento de Trujillo, fue muy concurrido e interesante. Las ponencias fueron presentadas por los reconocidos intelectuales Juan Daniel Balcácer, Bernardo Vega y José del Castillo.

Al escucharlos con atención me preguntaba cómo se arma el entramado que finaliza en libros de historia llenos de datos y anotaciones. Y caí en la cuenta de que su valor no necesariamente se encuentra en aquellas publicaciones repletas de informes y referencias de origen externo sino en las que se elaboran en base a fuentes internas y análisis críticos que permiten hacerse una idea comprensiva de los procesos sociales. 

En la práctica dominicana hay dos corrientes de investigación histórica predominantes: la que se sustenta sobre lo que piensan y dicen actores extranjeros situados allende la frontera; y la que se apoya en la documentación aportada por fuentes internas, relacionada con el papel protagónico de nuestra gente en determinados acontecimientos. 

Esas visiones en algunos casos son coincidentes, en otros no. 

El uso de las fuentes externas opera en favor del investigador que se encuentra en condiciones de acceder a los archivos bien organizados de las potencias dominantes. Tomar nota o hacer copia. Y darlas por un hallazgo relevante como si las opiniones de extranjeros constituyeran parte inapelable de nuestra historia y como si no sufrieran de prejuicios o de carga de intereses propios. 

Esos investigadores olvidan que lo que un cónsul o funcionario o miembro del aparato extranjero de espionaje pudo redactar está lleno de su caudal de conveniencias. 

Y yo me pregunto, ¿por qué la opinión que hoy redacta un enviado extranjero sobre nuestro país tiene que ser más veraz o acertada que la que expone un nacional con mayor comprensión y conocimiento de causa? Lo mismo puede decirse sobre los acontecimientos del pasado.

La documentación originada en personajes extranjeros que se refieren a nuestros acontecimientos relevantes solo refleja la forma como ellos ven las cosas de acuerdo con sus circunstancias. Constituye la visión de política exterior y de seguridad de los países a los cuales sirven, a veces opuesta a la visión e intereses nacionales.

La historia dominicana, de independencia y de libertades, la ha ido modelando nuestro propio pueblo, a pesar de lo que han escrito y concebido los estrategas y servidores de las grandes potencias.

La escribieron Los Trinitarios, desprovistos de recursos de guerra y económicos, al concebir el proyecto de nación soberana. Se jugaron la vida en el intento, sustentado en auténticas fibras patrióticas. 

La escribieron Los Restauradores que descoyuntaron el proceso de anexión a España, así como los revolucionarios que descabalgaron a Buenaventura Báez en su intento de entregar a la nación a los intereses de los Estados Unidos. 

La escribieron los patriotas del 26 de Julio de 1899 al descabezar el fardo pesado de la tiranía de Lilís. Y la escribieron los patriotas del 30 de Mayo que ofrendaron vida, familia y bienes a la causa de la libertad.

Tenemos un déficit en la narración de nuestra historia. Sus líneas maestras no reposan necesariamente en archivos bien organizados como los del exterior. Hay que escarbar en las urdimbres de nuestro quehacer cotidiano para encontrar los hilos de su desarrollo.

Lo relativo al complot del 30 de Mayo ha sido distorsionado. La gesta no fue lo que se desprende de la lectura de apuntes de enviados extranjeros. Ni dependía de fuerza alguna externa ni tampoco de grupos internos con sus intereses propios vinculados a los de extranjeros. Pudo haber coincidencias en determinados aspectos, como la hubo antes en los demás movimientos patrióticos que lucharon contra la tiranía. Su virtud mayor fue la de depender de las esencias nacionales y de perspectiva propia. 

El 30 de Mayo fue un complot organizado y ejecutado por dominicanos, con independencia de los intereses de potencias extranjeras. No tenía plan B pero sí un plan de acción y otro político de conquista del poder para instaurar un régimen democrático y sanear el quehacer nacional. Y ese plan se cumplió. Sus protagonistas ofrendaron sus vidas en el altar que modelaron dedicado a procurar y asegurar el disfrute de las libertades.

Las gestas se realizan gracias a algo incomprensible para mentalidades comunes: el desapego al propio interés en favor del de la comunidad. Es lo que las convierte en epopeyas.

Es hora de que nuestra historia se nutra de los hechos modelados por nuestra gente, de sus opiniones y actuaciones, altruismos o mezquindades, aciertos y errores, propios de la estirpe humana, pero que no se la contamine con las perspectivas y distorsiones de extraños.

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.