El dominio de la incertidumbre
Globalización vs. proteccionismo, el debate que define el siglo XXI
En el mundo hay poco realmente nuevo, desconocido. Todo, o casi todo, tiene algo que lo precedió aun fuera en forma elemental.
En el libro El Infinito en un Junco, de Irene Vallejo, se afirma que la globalización, ese concepto tan de nuestra época, “ya existió en el troceado mundo helenístico, pero los romanos la elevaron a un grado de perfección que todavía hoy nos impresiona… De un confín a otro del imperio, una constelación expansiva de ciudades romanas permanecía comunicada gracias a calzadas sólidas y bien trazadas… Un modelo de urbanismo reconocible… Los forasteros encontraban allá dónde fueran rasgos de una cartografía uniforme… Estas transformaciones provocaron un hormigueo de gente yendo y viniendo como nunca se había visto antes en el mundo antiguo”.
Tampoco es nueva la noción de que la humanidad está instalada en el dominio de la incertidumbre, con una intensidad que quizás no encuentra paralelo en épocas anteriores. La incertidumbre es el mayor freno a la creatividad y a las acciones humanas. Remover su reinado es del interés de todos. Anticipar sus consecuencias, signo de prudencia e inteligencia de la clase gobernante de cada país.
La economía mundial se desenvuelve en un torbellino de interrogantes que hacen difícil conjeturar tendencias.
En el papel, el libre mercado y los movimientos de capitales siguen siendo un objetivo deseado. Tienen expresión práctica a lo interno de áreas geográficas bajo la figura de bloques de integración, con la particularidad de que fomentan el intercambio hacia adentro, pero dificultan que sea penetrado desde afuera.
La sumatoria de bloques de integración debería dar lugar por un proceso de superposición (en el infinito como tendencia), a una economía mundial en que desaparezcan las barreras, y el intercambio de bienes, servicios y capitales sea libre. Equivaldría a que se pusieran a converger infinitos conjuntos, en los que la intersección de todos se convirtiera en el conjunto global.
Si algún día se alcanzara a coronar esa utopía con amplitud casi universal se trataría de áreas de cooperación cuya justificación sobrepasaría el reino de lo estrictamente económico. Tales áreas se constituirían en eslabones vitales para sumar presencia, poder, prestigio e influencia en la esfera internacional, política y militar.
El factor mano de obra también participaría de esa tendencia, aunque en ese caso la resistencia sería mayor puesto que las etnias más favorecidas siempre estarán prestas a defender lo ya ganado en su territorio, a resistirse a compartirlo con otras cuya tierra prometida es la de saciar el hambre. La única manera de evitar el choque es mediante la transferencia masiva de recursos y de conocimientos hacia las áreas deprimidas. O resignarse a tolerar a disgusto el proyecto de penetración en el largo plazo, a cambio de ganancias de mediano plazo en el grado de bienestar.
En la realidad, los esquemas de integración están siendo utilizados para conformar espacios económicos y políticos de poder excluyentes, con el propósito de superar o por lo menos igualar a otros bloques. De modo que no se visualiza una futura intersección de estos conjuntos.
Algunos países, sin renunciar a su participación en bloques de comercio, han asumido la integración de facto con el resto del mundo, por medio de políticas que les han permitido penetrar los mercados, sacar provecho de la abundancia de mano de obra, de la absorción masiva de tecnología y de capital. Y cuentan con mercados internos atractivos para las inversiones y el consumo.
En los últimos tiempos se ha estado consolidando una corriente que tiende a intervenir los mercados, desplazar inversiones, alterar los flujos de comercio mediante restricciones arancelarias y de otra índole, diferenciadas, selectivas, que tienden a alterar el clima de competencia y subordinarlo a decisiones de esferas de poder que no necesariamente responden a un patrón estable, predecible.
Esa corriente posee una segunda tenaza, la del control de la inmigración irregular, para asegurar oportunidades de trabajo a sus nacionales y minimizar influencias de culturas y creencias diferentes. De ahí que propenda a controlar con rigurosidad la migración irregular. Conjuga la combinación entre proteccionismo económico y nacionalismo.
El proteccionismo, si se instaurara parcial o totalmente, es probable que cubra una etapa en la historia de este siglo, pues se enfrentaría al equivalente en la física cuántica de la fuerza nuclear fuerte que mantiene unido a los protones y neutrones en el núcleo atómico y contrarrestan la repulsión electromagnética.
Es decir, confronta a una tendencia poderosa llamada globalización, que no es nueva, y tiende a unir en un solo núcleo las esferas diversas del orbe. Mientras la primera restringe el intercambio, la segunda lo promueve.
En esa tesitura se debate la humanidad. Mientras tanto, se impone el dominio de la incertidumbre.
La sumatoria de bloques de integración debería dar lugar por un proceso de superposición (en el infinito como tendencia), a una economía mundial en que desaparezcan las barreras, y el intercambio de bienes, servicios y capitales sea libre.