América Latina, en la confluencia de una crisis social y económica

«En parte debido a las tensiones comerciales, a escala mundial la actividad en el sector de manufacturas y la inversión se ha deteriorado sustancialmente. Existe un riesgo grave de que los servicios y el consumo pronto se vean afectados. [...] Una vez más, las monedas están en el centro de la escena. Debido a la interconexión de nuestras economías, pronto serán muchos más los países que sientan el impacto. La incertidumbre —provocada por las tensiones comerciales, pero también por el brexit y las tensiones geopolíticas— está frenando el potencial económico». Kristalina Georgieva, Directora Gerente del FMI, octubre 8, 2019

América Latina parece estar en una situación de gran complejidad, en la que las dificultades económicas y los problemas sociales amenazan con destruir los cimientos mismos de la gobernabilidad democrática. Venezuela es un caso aparte, con un gobierno dictatorial y una crisis humanitaria que no parecen tener fin; pero la inestabilidad política y económica que se observa en otros países, como Ecuador, Brasil, Bolivia y Argentina son parte de una realidad latinoamericana que aparentemente desborda la capacidad de la región para sostenerse en terreno firme.

Y cuando se pensaba que ya se había visto suficiente surge en Chile un movimiento de protesta social en las calles de su capital Santiago que muestra un lado de la realidad chilena que había estado oculta en los últimos treinta años. De acuerdo con los expertos, el gran problema de Chile ha sido el poco avance que ha hecho para superar los grandes niveles de desigualdad que persisten en ese país sudamericano. Ellos estiman que la desigualdad entre los chilenos – luego de aplicado el impuesto sobre los ingresos – es la peor de los 36 países que forman parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un club que incluye los países más desarrollados del planeta.

Sobre esa fragilidad social fue que el presidente Piñera trató de introducir medidas de ajuste económico que afectaban el costo de vida de los sectores socialmente más vulnerables; lo que desató una ola violenta de protestas con un lamentable costo en vidas humanas y daños materiales en la capital chilena. Al final, y como ocurrió en Ecuador, las medidas fueron revocadas, mientras se anunciaban otras medidas de compensación social, como el aumento del salario mínimo.

Sin pretensiones de ser exhaustivo, hay varias lecciones que pueden ser aprendidas de las convulsiones sociales de Latinoamérica. Primero, los gobiernos están hoy día, más que nunca, en un proceso continuo de validación o legitimación como resultado del uso generalizado de las redes sociales. Analistas han destacado que en el caso chileno no había un liderazgo político llamando a las protestas o tratando de mantenerlas dentro de las vías pacíficas. Parece, más bien, una coordinación mediante las redes sociales. (Recuerden que el movimiento de la Marcha Verde surgió sin liderazgo político.)

Una segunda lección es que los gobiernos deben asumir la responsabilidad de conducir la política económica tomando en cuenta sus efectos de corto, mediano y largo plazo. Por ejemplo, hace unos años se produjo el “boom” de las materias primas, que benefició muy especialmente a los países sudamericanos. Estos beneficios fueron consumidos sin la mayor prudencia y, por el contrario, se ejecutó una política de mayores compromisos presupuestarios como si se creyera que ese “boom” iba a ser permanente. Después, comenzaron a llegar los años de las vacas flacas, y lo que se creían logros sociales definitivos fueron desvaneciéndose. Esos ciclos económicos pueden ser la diferencia entre ganar o perder unas elecciones.

Una tercera lección es que los gobiernos deben implementar las reformas cuando la economía está en la parte alta del ciclo económico. Normalmente, las reformas se llevan a cabo luego de que se ha producido un deterioro en la economía y en las finanzas públicas, con lo que se agravan sus efectos sobre los sectores sociales más vulnerables. Posponer las reformas es como magnificar las consecuencias de futuras crisis.

Y son, precisamente, las amenazas de una probable recesión mundial lo que hace aún más complicado el panorama regional. Un agravamiento de la economía mundial seguiría poniendo al descubierto – y empeorando – las deficiencias de la región en la mayoría de sus indicadores sociales, como la salud, la educación, el transporte y la vivienda. En este sentido, la nueva directora gerente del FMI plantea que “Las precarias perspectivas plantean desafíos para muchos países que se ven confrontados con dificultades, incluidos algunos de los países que están aplicando programas del FMI”. Definitivamente, la región latinoamericana no se ha preparado adecuadamente para enfrentar esos nuevos desafíos.

Nuestro país debe verse en el espejo de lo que está ocurriendo en América Latina. A las tensiones normales de los procesos electorales se les agregan, en el caso dominicano, los conflictos que han llevado al partido gobernante a la división, y la probabilidad de que el partido gobernante no pueda retener el poder en el 2020 luego de 16 años de ejercicio continuo. Esto podría precipitar al gobierno hacia un uso desmedido de los recursos públicos para imponer – por esa y otras vías – al candidato oficial. Seria una jugada muy riesgosa, y podría devenir en una crisis social y política como las que estamos viendo en América Latina. Es por lo que la mejor forma de cuidar a la economía es garantizando un proceso electoral transparente, equitativo y sin trucos tecnológicos.