Diálogo de sordos

Me sorprende mucho seguir en los medios la polémica entre la declaración reciente de los obispos y la ADP acerca de la orden departamental 33-19 del ministerio de Educación (Minerd).

Es cuestión de tener clara la terminología. Ni los obispos ni ninguna institución pueden estar en contra de la necesaria promoción de la igualdad de derechos de mujeres y hombres. En este país, como en muchos otros, se han conseguido grandes avances en esa equidad de género pero, por desgracia, como bien resalta la ADP, queda mucho pendiente por hacer y es importante y necesaria la educación de niños, jóvenes y adultos en esa dirección. Por desgracia, el machismo forma parte, todavía, de la cultura social.

Cosa bien distinta es la llamada “cultura de género” que pretende, sin fundamento biológico, ni antropológico, establecer que las personas no nacen con un sexo definido, sino que son el entorno social y sus propias decisiones quienes definen el sexo de cada persona. Las consecuencias de esta llamada “cultura de género” son devastadoras para los niños y adolescentes en etapa de maduración, para el entendimiento del matrimonio como de personas de sexo diferente y para el concepto de familia.

Claro que en la enseñanza de los niños se debe explicar claramente la igualdad, equidad, de género: hombres y mujeres tienen los mismos derechos. Pero no se puede enseñar que las personas nacen con género indefinido, tal como pretende la “cultura de género”.

Una cosa muy distinta sería si el Ministerio de Educación pretendiera difundir la “cultura de género” de forma oculta y solapada, bajo la apariencia de equidad de género.