El declive en la competitividad

«La destrucción creativa [de Schumpeter] tiene importantes consecuencias de políticas. Implica que las industrias decadentes no debieran ser protegidas. Por el contrario, el desplazamiento de empresas existentes e industrias por nuevos participantes debiera ser estimulada como una máquina de innovación y crecimiento económico. La implementación de tal filosofía ha probado, sin embargo, ser difícil, dado que depende del mecanismo de ajuste mediante el cual los empleados redundantes en las industrias decadentes encontrarán trabajos en las nuevas industrias. (...) Además, la destrucción de empleos es inmediata mientras que la “creación” es lenta para lograrse. Esto hace que tal ajuste sea doloroso y a menudo políticamente inaceptable». Pierre Jacquet et al., Economic Policy, 2010

Si realmente queremos tener un diagnóstico de los factores que, en general, son responsables de los bajos niveles de competitividad de la economía dominicana solo tenemos echarle una ojeada al reciente Reporte Global de Competitividad del Foro Económico Mundial. Los factores en los que tenemos un pobre desempeño son los mismos que sobresalen con buen desempeño en los países desarrollados. Así de simple; ahí están las debilidades institucionales, la corrupción, el ineficiente gasto público, las distorsiones impositivas, los niveles de educación, la innovación y la productividad, entre otros.

Schumpeter -el gran economista austríaco- hizo énfasis en la innovación como mecanismo de desarrollo económico (mayor competitividad), ya sea a través de nuevos productos, cambios en la organización de la empresa, nuevos métodos de producción, nuevas fuentes de materias primas y cambios en la demanda. La innovación lleva, pues, a una mayor productividad y, de paso, a una reducción de los costos unitarios. En realidad, prácticamente todo lo que se hace con los distintos factores que limitan la competitividad tienen un impacto final en la productividad y en los costos unitarios.

Pero ¿se dan las condiciones para la innovación en la economía dominicana? La respuesta la da el Reporte del Foro Económico Mundial. En el pilar de innovación nuestro país ocupa el lugar 120 de un total de 137 países. Entre los factores que explican esta lamentable posición se encuentran la baja calidad de las instituciones dedicadas a las investigaciones científicas, el bajo nivel de gastos de las empresas en desarrollo e investigación, la escasa colaboración entre empresas y universidades y los bajos niveles en las adquisiciones del gobierno en materia tecnológica.

La innovación, sin embargo, no ocurre en el vacío; ocurre en un contexto institucional y de políticas que la convierten en una necesidad para que las empresas se sostengan operando y creciendo en un mercado global cada vez más competitivo. Si, por el contrario, las políticas están dirigidas a aislar a los sectores productivos de la competencia internacional no se puede esperar mayores productividad y competitividad. Esto requiere de un balance difícil de lograr en las políticas proteccionistas. Especialmente, porque tenemos un sistema tributario altamente distorsionante de las actividades productivas.

Generalmente, se espera que los costos de las empresas que se derivan de las políticas impositivas tengan alguna compensación en las externalidades positivas en la ejecución del gasto público. Pero no es el caso dominicano. Solo un pequeño grupo de seis países tienen peor eficiencia en el gasto público que el gobierno dominicano, de acuerdo con el citado reporte. Peor aún es la penúltima posición que ocupamos en favoritismo de los funcionarios públicos. Con una realidad institucional tan deformada las empresas, en muchos casos, tienen que jugar el juego de la corrupción si se quieren mantener operando. Es un juego que ha ido creando zonas de confort para la connivencia público-privada, y que va creando unos nexos muy tóxicos para la salud de la economía dominicana. El manejo del Estado da las señales que orientan la acción privada; establece las reglas del juego y los distintos actores tienen que someterse a esos designios. La responsabilidad es mayor cuando ese Estado está controlado, en todas sus instancias, por un grupo dominante. En este contexto, se explica, parcialmente, que el comportamiento ético de las empresas dominicanas esté catalogado como de los peores del mundo, de acuerdo con el Reporte Global de Competitividad.

No es sorprendente, por lo tanto, que la República Dominicana haya perdido espacio en el ranking de competitividad, tal como ha destacado en esta semana el Programa para el Estudio del Desarrollo Dominicano (PED) de la PUCMM. Establece que en los últimos tres años la economía dominicana ha descendido cinco peldaños, en un espacio de tiempo en el que 87 países alrededor del planeta han mejorado su competitividad. Todo esto, luego que el país definió una estrategia de desarrollo para 20 años, de los cuales ya han pasado unos 5 años sin que los resultados sean motivo de optimismo.

No puede ser de otra manera si un aspecto tan crucial como el pacto fiscal, instrumento fundamental para establecer las nuevas reglas del juego fiscal, ha entrado en una etapa de coma inducido por la vulnerabilidad del gobierno; y todo parece indicar que los tres pactos previstos en la Estrategia Nacional de Desarrollo -educativo, eléctrico y fiscal- podrían convertirse en mera formalidad para cumplir con una ley como ha ocurrido con otras leyes, pero carentes de compromisos innovadores.

El país podrá mejorar levemente su posición en la competitividad internacional con la implementación de algunas medidas de corte administrativo; no obstante, el verdadero reto está en el diseño e implementación de políticas públicas -incluida la política económica- que promuevan la innovación y la productividad en el marco de una gestión pública basada en la ética y el respeto a las normas institucionales. La competitividad no es un simulacro; es una forma eficiente de hacer las cosas.

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