El eterno retorno

Es el liderazgo político, su falta de convicciones y apego a los principios democráticos el responsable de que durante casi 60 años nos encontremos atrapados en el tiempo, circulando, y siempre retornando al punto de origen.

Ajusticiado Trujillo, el pueblo dominicano se movilizó con mucha intensidad para eliminar los referentes formales de ese régimen atroz. Por doquier se derribaron centenares de estatuas y bustos, se cambiaron nombres de calles, ciudades y provincias. Se confiscaron y estatizaron muchos de los bienes que usurpaba. El último presidente títere hubo de salir disfrazado, saltando la verja del arzobispado.

Y entonces el país dio un paso decisivo hacia la democracia: legalización de los partidos; celebración de elecciones limpias que gana el profesor Juan Bosch; convocatoria de una Constituyente que elabora una muy avanzada Constitución.

Cuando se creía iniciado un camino irreversible, se produce el golpe del 25 de septiembre del 1963 y le sigue la usurpación del poder por un régimen despótico y corrupto cuyo final fue la revolución del 24 de abril de 1965, seguida cuatro días después, por la intervención de 42 mil marines norteamericanos, mancillando el suelo patrio.

En vez de persistir en la correcta demanda de vuelta a la constitucionalidad, cedimos en celebrar nuevas elecciones, bajo ocupación extranjera, posibilitando el retorno de Joaquín Balaguer, quien era tan orgánico al trujillismo que su colaboración había empezado con la llamada “revolución” del 23 de febrero de 1930 y, precisamente, era el presidente de la República el 30 de mayo de 1961, día en que el pueblo dominicano recuperó la libertad.

El retorno de Balaguer en el 1966 dio continuidad al trujillismo sin Trujillo, esta vez bajo el ropaje de una supuesta democracia representativa. Centenares de opositores muertos. Corrupción. Fraudes electorales. Secuestro de las instituciones. Conculcación de los derechos fundamentales y de las libertades. Impunidad.

En el 1978, la lucha sostenida del pueblo dominicano y el liderazgo de José Francisco Peña Gómez posibilitaron derrotar a Balaguer y sacarlo del poder. El perredé, a pesar del apoyo popular con que contaba, lejos de actuar para liquidar el régimen trujillista-balaguerista y disponerse a construir la democracia y la justicia social, hizo una primera concesión que aún hoy estamos pagando. El liderazgo del perredé permitió que al Partido Reformista se le otorgaran cuatro senadurías obtenidas con fraude y falsificando una gaceta oficial, alcanzando así la mayoría en el Senado y, por esa vía, reteniendo la facultad para nombrar los jueces del país y garantizarse impunidad.

Entonces sucedió. A esta primera concesión le siguieron otras y, finalmente, Balaguer retornó al poder, apenas 8 años después, ciego y con 80 años, permaneciendo 10 años en el gobierno. En el 1996, al salir del gobierno mantiene una importante cuota de influencias por el “pacto patriótico”, concertado con el peledé para el ascenso de Leonel Fernández al poder.

Ahora, luego de casi 20 años en el poder, el peledé se divide por la ambición de poder de Leonel Fernández y Danilo Medina, cabezas de sus dos facciones. Entre ellos no hay diferencias sustantivas de ideas y de visión. Ambos han prohijado cinco gobiernos igualmente corruptos, injustos, entreguistas y que han secuestrado la institucionalidad democrática.

Leonel Fernández prácticamente regaló las empresas estatales; aplicó políticas neoliberales que negaron derechos económicos y sociales fundamentales a la población. A partir de 2004 inició una irresponsable escalada de endeudamiento público que continuó Danilo Medina; entregó los recursos naturales en condiciones leoninas como fue el contrato de la Barrick Gold. Actualmente, el propio Leonel opera desde una institución que es un cuerpo del delito, obtenida con el pago de prebendas y comisiones. De las 17 obras concertadas con sobornos por Odebrecht de 2001 al 2014, doce de ellas se contrataron y ejecutaron en su gobierno, incluyendo cuatro de las 10 más sobrevaluadas en toda América Latina. Leonel Fernández secuestró la institucionalidad democrática, propició fraudes electorales y utilizó sin piedad los recursos públicos para mantenerse en el poder, generando sistemáticos déficit fiscales. En sus gobiernos creció la inseguridad pública, entre otras razones, porque sectores oficiales le dieron protección al narcotráfico y el microtráfico, cobraban peaje y recibieron aportes para las campañas electorales.

Ese es el Leonel Fernández que ahora se pretende rehabilitar y convertir en adalid de la oposición. Quienes lo hagan le estarán haciendo un daño inmenso a la posibilidad de construir una oposición política creíble y con real voluntad de cambiar el modelo peledeísta. ¿Cómo concertar alianzas con uno de los responsables directos del modelo que hay que cambiar radicalmente? ¿Quién no deduce que cualquier acuerdo con Leonel Fernández conllevará impunidad para él y su entorno? ¿Quién va a creer que el gobierno que surja de una alianza así le pondrá fin al “borrón y cuenta nueva” o que podrá garantizar la independencia de la justicia?

Es el liderazgo político, su falta de convicciones y apego a los principios democráticos el responsable de que durante casi 60 años nos encontremos atrapados en el tiempo, circulando, y siempre retornando al punto de origen. El pueblo dominicano en cada momento hizo su parte.

Guillermo Moreno es abogado y político. Presidente de Alianza País.