Reelección, economía e inseguridad ciudadana

«Es más, entiendo que el presidente Danilo Medina, después de haber hecho una de las mejores gestiones de gobierno que se han hecho en la República Dominicana en la época moderna, no va a manchar su nombre frente a la historia embarcándose en una situación de esta naturaleza. [...] Ustedes conocen alguna ley, decreto, resolución que diga que, algún ministro tenga más derecho a la palabra que otros. Lo que yo iba decir sobre eso, ya lo dije». Isidoro Santana, Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo.

Si algo le resulta claro al proyecto de reelección es que no puede agregar un enemigo más a sus propósitos, sobre todo si se trata del desempeño de la economía. Por diversas razones, la economía dominicana ha estado, en esta primera parte del año, perdiendo impulso y el crecimiento se ha ido ralentizando. Es preciso reconocer que en medio del deterioro de la imagen gubernamental el comportamiento de la economía – aun con las vulnerabilidades que padece – ha sido el ancla que ha evitado daños mayores. Sin embargo, el escenario político se sigue complicando por la grave crisis política del partido gobernante que inevitablemente está generando una mayor incertidumbre en la toma de decisiones de los agentes económicos y el impacto que esto pudiera tener en el futuro inmediato de nuestra economía.

Es probable que en estos momentos de indefinición se esté abriendo un compás de espera que implique la posposición de planes por parte de inversionistas y consumidores. Por eso, el gobierno ha apretado el botón de pánico, según se puede apreciar en la ofensiva fiscal y monetaria que ha sido puesta marcha recientemente. Es la cortina de humo que necesitaban los estrategas de la reelección para tratar de maniobrar y sobrevivir en un escenario que le ha resultado mucho más adverso de lo anticipado. Con esa ofensiva se envían dos señales importantes; por un lado, la idea de una economía que se va a dinamizar y, por el otro, la señal de que el pastel presupuestario está disponible para ‘compensar’ a quienes se adhieran al proyecto de reelección.

Pero en nada ayuda al clima de negocios (en su doble dimensión de empresarios y consumidores) las recientes controversias entre miembros importantes del gabinete ministerial y del equipo económico del gobierno. No fueron pocos los sorprendidos con las declaraciones del Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo en el sentido de que rechazaba los planes de reelección que un grupo de ministros ha estado hiperactivamente patrocinando. Quienes conocen a Isidoro Santana saben que sus declaraciones no fueron el fruto de una improvisación o de una provocación, fueron, más bien, el resultado de una reflexión de alguien que se siente comprometido con el respeto al orden institucional, por encima de cualquier lealtad personal. Si hay ministros que se sienten con el derecho de empujar al presidente hacia una reelección, también debe haber ministros que puedan advertirle de lo pernicioso que esto pudiera resultar para el país. Ahora quieren satanizar a Isidoro por una honestidad que muchos funcionarios quisieran tener, pero les falta la valentía para hacerlo.

A este cuadro de controversias en el equipo gobernante se agrega un preocupante brote de violencia que pone al desnudo los recurrentes fracasos de los planes de seguridad ciudadana. La violencia y muertes de turistas extranjeros, así como el intento de homicidio contra David Ortiz, son eventos que ocupan titulares destacados en medios internacionales de gran difusión, como es el caso del New York Times. Una gran parte de la estabilidad que se le atribuye a la economía dominicana descansa en la fortaleza de su turismo. Con aportes anuales en divisas que se están aproximando a los US$ 8,000 millones anuales y vínculos importantes con los sectores domésticos – agricultura, manufactura, comercio, artesanía, etc. – el turismo no puede ni debe ser expuesto a niveles crecientes de inseguridad ciudadana que podrían deteriorar su imagen internacional y reducir considerablemente el flujo de visitantes extranjeros.

Se pudiera argumentar que los medios internacionales son manipulados en ocasiones por intereses de destinos turísticos que compiten con nuestro turismo por los mismos mercados; lo cual, puede ser cierto. El problema, sin embargo, no deja de ser preocupante cuando hechos reales – no inventados – ocurren y desenmascaran un sistema de violencia institucionalizada. Aunque estemos muy lejos de la inseguridad que en otros países ha hecho desaparecer polos turísticos exitosos, es muy recomendable evitar, por todos los medios posibles, que la escalada de violencia se convierta en un pesado pasivo para el sector turístico.

Todo lo anterior (peligros que acechan a la economía: delincuencia, controversias y reelección) apunta hacia un país que parece acercarse lentamente al caos. Políticas e instituciones que no funcionan y que ahora están sometidas al influjo de un proyecto reeleccionista que amenaza con llevarse por delante los avances que tanto se han pregonado. Los riesgos de tal coyuntura son muy evidentes, dado que la crisis de un partido gobernante es, a la vez, una crisis que afecta las expectativas de gobernabilidad para toda la nación, y que penosamente muestra la estrecha relación que se da entre el ejercicio de la democracia interna en los partidos y la democracia que practicamos como sociedad. Sin una democracia efectiva desaparecen los mecanismos y los árbitros que son necesarios para dirimir los conflictos internos de las organizaciones políticas y de la sociedad... Por tanto, el tamaño de la crisis solo mide el tiempo que se ha perdido en prevenirla.