Tierra, agua y paisaje
Se está produciendo una sustitución lenta pero persistente del cultivo del arroz por el de otros productos agrícolas. El precio obtenido en finca no compensa la inversión ni el riesgo que se asume.
Y eso puede que sea una buena noticia, surgida como si se tratara de un juego de carambola, es decir, por casualidad. Y sería mejor si la sustitución se complementara con cultivos orientados a la exportación.
El arroz es un cultivo que requiere mucha, muchísima agua, una alta inversión de capital de trabajo que comporta un riesgo elevado de quiebra si las cosas no salieren bien.
En las áreas arroceras no se ven árboles. Las cuencas de los ríos lucen peladas. Sólo se contempla la llanura del color verde de las espigas, obtenido por la aplicación de grandes volúmenes de fertilizantes químicos, que a su vez merman el potencial productivo de las tierras, necesitadas de dosis cada vez más elevadas, como si de una adicción de alucinantes se tratara.
Es en este cultivo donde se localiza la mayor proporción de mano de obra haitiana que trabaja en la agropecuaria, con lo que su sustitución podría tener un efecto favorable sobre la contratación de mano de obra dominicana.
Este proceso espontáneo de sustitución de arrozales, ya en curso, debería ser aprovechado por las autoridades para proceder a zonificar su cultivo, si es que se atrevieren, pues lo popular ha desplazado a lo necesario en este país de democracia mediática.
Según el modesto parecer de quien suscribe, Nagua y sus cercanías son las tierras con mayor vocación para continuar con la producción de arroz, por ser bajas, y porque disponen de agua en abundancia. Si no se usaran en el arroz terminarían yendo al mar que se encuentra muy cercano, aunque también pudieran usarse en otros cultivos alternativos.
Esa disposición tendría que ser complementada con la prohibición del cultivo en las demás áreas. Habría que prever dos eventualidades, primero, que a pesar de la prohibición se siguiera sembrando, y, segundo, que se necesitaría de orientaciones y apoyo técnico para la sustitución del cereal por la siembra de otros cultivos que pudieren ser más rentables.
Con esto se estaría propiciando el mejor uso de las tierras que disponen de regadío y al mismo tiempo potencializando la utilización del agua en aquellos cultivos en que la productividad y el uso de mano de obra local fuere mayor.
Algo similar a lo que ocurre con el arroz está aconteciendo con el ajo en Constanza. Cada día luce ser menor la superficie sembrada de ajo, cultivo que también sobrevive por la protección arancelaria de que disfruta, pues de otra manera no podría competir con el ajo importado.
El ajo es otro cultivo intensivo en capital y de altísimo consumo de agua, que proviene cada vez en mayor medida del uso de pozos tubulares, cuyo uso intensivo está alterando la capa freática de las zonas de alta montaña en que se cultiva.
Y ya que hablamos de zonificación, duele ante los ojos de Dios, si así pudiere decirse, el hecho de que las mejores tierras agrícolas hayan sido o estén siendo esterilizadas, utilizadas para fines urbanos, porque el interés individual se sitúa por encima del colectivo.
Por ejemplo, haga la prueba y vaya a Moca, donde se encuentran las tierras negras de mayor profundidad, algunas con casi un metro de capa vegetal, o trasládese al valle de Constanza con tierras únicas para cultivos de clima templado, y podrá contemplar con pena como está ocurriendo un proceso, ya muy avanzado, de urbanización de estas tierras, y cuando no de levantamientos de paredes, del tamaño del muro de las lamentaciones en Jerusalén, para aislar espacios que eran y deben ser agrícolas y se están destinando a uso urbano.
O, peor aún, en otros lugares se está removiendo la capa vegetal para instalar monstruosos invernaderos de plástico que contaminan visualmente el ambiente en zonas de vocación turística, agrícola y forestal.
Algunos dirán que es necesario hacer espacio a lo urbano. Y es verdad. Pero debe hacerse en las tierras apropiadas para eso, no en las de vocación predominantemente agrícola o de vocación turística. Y, en cuanto a los invernaderos, en lugares que no contaminen visualmente y sin que se remueva la capa vegetal.
En esto, tampoco se atreverán.
Gobernar ya no es sinónimo de hacer lo que se necesita. Ahora se limita a usar los recursos públicos para afianzar una popularidad mediática, montada en el lomo de la miseria e ignorancia de amplios grupos sociales.
Este desventurado país se está quedando sin tierras agrícolas, sin foresta, sin agua, sin paisaje verde y limpio.
¡Qué triste destino espera a este pueblo si no despierta y se sacude!
Primer vuelo militar de EEUU despega hacia la Bahía de Guantánamo para enviar migrantes
Concierto benéfico FireAid recauda 100 millones de dólares
República Dominicana espera que Estados Unidos levante la suspensión de fondos a la misión en Haití
Trump no se preocupa por los aranceles chinos: "Nos va a ir muy bien contra China"