?Un año después, ¿cambio o continuidad?

El cambio para ser verdadero tiene que ser alternativo. Tiene que atacar las causas de raíz, reformar y transformar. No hay cambio sin justicia social. No hay cambio si democracia participativa. No hay cambio sin soberanía alimentaria. No hay cambio sin protección del medio ambiente.

En este gobierno el ejercicio del poder se ha traducido en espectáculo: todos los días hay que hacer visitas “cuasi” sorpresas a cualquier lugar del país, dar palazos, anunciar nuevas obras, o asistir a un acto para eliminar armas ilegales o hacer de “probador” para demostrar que la fiebre porcina no hace daño, o montar un acto frente al Palacio Nacional –que a un economista/historiador del patio le pareció una presentación de la familia real inglesa en el palacio de Buckingham— o hacer de presentador de su propio gobierno, en una publicidad oficial que en momentos se torna atosigante.

De nuevo estamos ante un exceso de presidencialismo y, poco a poco, la voluntad y figura del presidente va arrollando instituciones, desplazando ministros, improvisando políticas públicas.

El presidente está atrapado en un dilema: habla, promete y anuncia un cambio y, sin embargo, su gobierno reproduce la continuidad de las políticas y prácticas heredadas.

Veamos el caso de la salud. Sin dudas el mayor logro del primer año de este gobierno ha sido haber controlado la expansión del COVID-19. Ahora bien, en relación a las vacunas compradas, el gobierno debe aclarar varios cuestionamientos que no reciben respuestas. Primero, no está claro y merece una explicación por qué se han adquirido más de 25 millones de vacunas. Además, por qué se suscribieron contratos como el firmado con la Pfizer, renunciando el país incluso a reclamar la entrega de la vacuna comprada en caso de incumplimiento. Tampoco se entiende por qué la vacuna Sinovac se pagó a razón de US$19.00, mientras en la misma época Chile la adquirió a US$11.50.

Lo lamentable es que paralelo al proceso de vacunación se ha producido un deterioro de la calidad de muchos otros servicios de salud, como ha sucedido por ejemplo con el aumento alarmante de la mortalidad materno infantil y, lo más grave, que se haya abandonado impulsar como nuevo paradigma de la política de salud la atención primaria y la prevención.

El año escolar. Es verdad que fueron muy adversas las condiciones que enfrentó el ministerio de educación para el año escolar 2020-2021, debiendo optar por la educación a distancia. Lo que es inaceptable es presentar este año escolar como un rotundo éxito. La verdad es, y hay que decirlo, que este año escolar ha sido el de más bajo rendimiento de los últimos 60 años y que generó el aumento de un 17% de deserción escolar y una cifra aún mayor de ausentismo.

Lo que el Ministerio de Educación, con modestia, debería estar anunciándole al país son los programas de estudios complementarios para compensar las deficiencias dejadas por el pasado año escolar, así como la implementación de políticas para incorporar a la escuela a los estudiantes que desertaron. También la reparación de centenares de escuelas que no se encuentran en condiciones para la docencia y que por falta de previsión se desaprovechó el año en que permanecieron cerradas.

En materia económica ha sido positivo la apreciación del peso dominicano, el aumento de las reservas internacionales, la recuperación de parte los empleos perdidos por causa de la pandemia, la reactivación del sector turismo y zonas francas.

Lo que es inaceptable es que este gobierno, repitiendo el esquema de los anteriores, haya propiciado un festival de endeudamiento que se estima en más de US$12 mil millones, lo que significa más de mil millones de dólares por mes. En este momento el pago de los intereses de la deuda representa más del 30% de las recaudaciones tributarias del país y el 71% del PBI. Somos el país de América Latina con mayor endeudamiento público. Seguir endeudándonos sin haber hecho una mejoría sustantiva de la calidad del gasto, se traduce en financiar con deuda el despilfarro, el clientelismo y la corrupción. O dicho de modo: el país está tomando dinero prestado para mantener las 57 instituciones que desde la oposición se denunció estaban duplicadas o sin funciones; para mantener el barrilito y el cofrecito y nominillas; para pagar sueldos y beneficios millonarios a los altos funcionarios del Estado; para pagar la exorbitante publicidad gubernamental y el derroche exhibido a propósito de los actos oficiales conmemorativos del primer año de gobierno.

Este gobierno se ha sometido a la política exterior norteamericana, a niveles nunca vistos. El último acto ha sido la operación de compra por el Estado Dominicano de las acciones de PDVSA y que el ministro de hacienda confesó que se hizo luego de que el gobierno de los EE.UU. “emitió un certificado de no objeción” a dicha operación. ¡Cuánta ignominia! ¡Qué falta de decoro! ¡Qué vergüenza!

En fin, el llamado gobierno del cambio ha terminado dándole continuidad a las viejas políticas que criticaba desde la oposición.

El cambio para ser verdadero tiene que ser alternativo. Tiene que atacar las causas de raíz, reformar y transformar. No hay cambio sin justicia social. No hay cambio si democracia participativa. No hay cambio sin soberanía alimentaria. No hay cambio sin protección del medio ambiente. No hay cambio sin gobierno paritario. No hay cambio sin reales oportunidades de estudio y de trabajo para los jóvenes. No hay cambio sin emancipación de los excluidos. No hay cambio sin soberanía ni independencia.

Guillermo Moreno es abogado y político. Presidente de Alianza País.