Imposible

La historia nuestra registra una larga espera por el Gobierno capaz de hacer que la riqueza pública trabaje para la prosperidad privada. Lo que hemos conseguido hasta ahora es todo lo contrario, la riqueza privada es periódicamente extraída (siete reformas fiscales) para engrosar la prosperidad pública. La mejor muestra es que las historias de extraordinarios logros económicos no provienen de creativos capitanes de empresas o audaces inversores, sino de funcionarios en áreas de abultado presupuesto o de amigos con información privilegiada. El capitalismo salvaje de los partidos produce los nuevos barones de la economía. Así, el bien común es imposible. hfigueroa@diariolibre.com