La clase media está de moda

Las revelaciones y descubrimientos de dos de los pilares (Banco Mundial y Fondo Monetario Iinternacional) que han sustentado la hegemonía global, económica y financiera de los EE.UU., luego del término de la Segunda Guerra Mundial, en torno al crecimiento y expansión de la clase media y la reducción de las desigualdades, por lo menos, en 13 países de la región, han vuelto a poner de moda a la zarandeada clase media.

Precisamente, el fenómeno del crecimiento y la expansión de la clase media de América Latina y el Caribe tiene mucho que ver con la inauguración, a finales de la década de los 90 y en el transcurso de la primera década del siglo XXI, de un ciclo político liderado por gobiernos progresistas y de izquierda que han priorizado en sus políticas públicas, el impulso a la producción nacional, el mercado interno, la generación de empleos, las inversiones sociales y la integración regional.

Sin embargo, cada vez que se han producido, desde el 1978 hasta la fecha, anuncios o firmas de acuerdos con el FMI y se han implementado programas de ajustes o reformas fiscales, voceros tanto del pensamiento neoconservador ortodoxo y recalcitrante como figuras históricas de izquierda y progresistas han coincidido en vaticinar con una seguridad que asombra: la despauperización y la muerte inminente de la clase media dominicana.

Los datos que arrojan la dinámica de la movilidad socio-demográfica de la República Dominicana son el más rotundo mentís a esos pronósticos apocalípticos.

La nueva y la vieja clase media dominicana, surgida en el trayecto de la transición de la dictadura a la democracia, en sus diferentes segmentos, son las que han hecho posible el "MILAGRO" de que en nuestro país se inauguren y mantengan en pie una variedad de "malls", para todos los gustos y colores, que las viejas pulperías cedan el paso a una larga cadena de supermercados y colmadones, que las autoferias crezcan como la verdolaga; así como, las urbanizaciones, condominios, torres y universidades y "resorts", para el uso y disfrute de una clase que como su apellido lo indica, se coloca en el medio de los pocos que tienen mucho y de los muchos que tienen poco.

Esa clase media, cuyo núcleo social principal es la pequeña burguesía urbana y rural, como registra la experiencia dominicana y latinoamericana, así como puede desempeñar un papel protagónico en las luchas y hazañas patrióticas , revolucionarias y emancipadoras, puede igualmente orientar su participación política hacia posiciones y causas de cuño conservador y de derecha, como lo atestiguan los casos: dominicano, en el 1963; brasileño, en el 1964; chileno, en el 1973, entre otros, y más recientes en Honduras y Paraguay.

El involucramiento y participación de sectores expresivos de la clase media en el movimiento de reclamo y protesta contra la corrupción y la impunidad, particularmente de los que residen en el polígono central y en las zonas como Gascue, Colonial, Ciudad Nueva, Universitaria, etc., donde se concentra una buena parte de los sobrevivientes de los 60-80, lo que de por sí es un fenómeno positivo, ha sido utilizada por algunos forjadores de opinión y dirigentes políticos opositores para venderles la ilusión de que estamos frente a una "primavera dominicana", a una "insurgencia de un nuevo sujeto y actor político y social" y al "comienzo del fin de la indefección ciudadana".

Sin compartir esas exageraciones analíticas y más allá de cualquier exceso verbal o consignas destempladas, esas movilizaciones no representan ninguna amenaza al orden constitucional vigente, y desde el gobierno se está en la obligación de garantizar la libertad de opinión y de reunión de los ciudadanos, no importa si son muchos o pocos, jóvenes o viejos, libertarios o neoconservadores, yuppies o hippies; así como, los que reclaman y protestan tienen que respetar que existe un límite que no se puede traspasar, el del "respeto al honor, la intimidad, la dignidad y moral de la persona".

Unos y otros debemos reflexionar en las palabras del ciudadano presidente, Danilo Medina, cuando nos convocó a que: "Miremos el futuro con esperanza y el presente sin revanchismo…para que hagamos juntos lo que nunca se ha hecho".

El disenso creativo y la competencia multiplicadora, en el marco de un clima de tolerancia y respeto recíprocos deben dar lugar a una interlocución fructífera y a una unidad de acción (que no es lo mismo que unidad de opinión) a favor de una República Dominicana más democrática, más justa y más soberana.

¡La clase media nos lo agradecerá por siempre!