Los consejos de la abuela
La abuela no nos castigaba. Nos decía, de una manera delicada, lo que podíamos o no debíamos hacer y también cómo se hacía tal o cual cosa. Nos enseñaba lo que se le debe echar a la comida: sazona la carne con ajo, cebolla y sal y luego le agregas cilantro y orégano. Si tienes náuseas prepárate un té de jengibre, si estás nerviosa un té de hojas de guanábana, si te das un golpe usa cebo de flande y ponte sábila en la herida. En fin, que las abuelas, sin imponer reglas, decían lo que sí y lo que no, y también, sin decírnoslo, nos enseñaban otras tantas cosas. Cuando ya somos adultos y la abuela se ha ido, recordamos y aplicamos muchos de sus consejos: Dice la abuela que ese hombre del que estás enamorada es un "loco", que tengas cuidado. Mira lo que dice la abuela, no puede negar que ya está "pasada de moda", y no le hacíamos caso. Después, cuando la relación se tornaba insoportable, pensábamos: Me lo dijo la abuela. Ahora imponemos sus costumbres: Mi abuela decía que antes de retirarnos a dormir la cocina tenía que estar impecable. Esto así, porque si ocurría algo, no era bueno que la vecina viniera a limpiar el desorden que habíamos dejado en el fregadero.
Y más aún, recordamos que nos decía: No te juntes con esa muchacha, que es una "loquita callejera". No le poníamos atención, hasta que esa "amiga" nos metía en un problema. Parece que las abuelas tienen un "sexto sentido". Yo, que soy abuela, disfruto el abueleo. Y no es que los nietos se quieran más que los hijos, es que con aquellos no hay que tener las responsabilidades y las obligaciones que se tienen con los hijos. Una abuela es una champola de baba. Ve que el nieto recién nacido mueve un dedo, al igual que lo hace cualquier niño, pero para nosotras es algo muy especial. Si se ríe, si bosteza, si gatea, si dice alguna palabra, es como si fuera lo único, algo que hay que aplaudir.
Mi abuela Rosa fue alguien muy especial para mí. De ella aprendí la limpieza, la obediencia, a saludar y respetar a los mayores, y sobre todo a vivir sin la necesidad de tener riquezas, joyas, ropas caras, de aparentar lo que no se es. Así también era mi abuelo Fello, talabartero, al que le gustaba la buena música, que no hablaba en voz alta, ni nunca le oí gritar insultos. Fue una dicha criarme con mis abuelos paternos. Para ellos era "la niña", la mejor y la más bella. Tener cerca a los abuelos desarrolla la auto-estima. Si pasaba curso, como siempre lo hice, con buenas notas, mi abuela Rosa me llevaba a La Vega, a la Casa Azul, hermana de La Amarilla, inexistente ambas, y me compraba zapatos, telas para vestidos, y sobre todo me mandaba a hacer un pudín en casa de Martín Cruz, que los hacía con sabrosura.
Así recuerdo a mis abuelos paternos y trato de ser igual con mi nieto que para mí es el más bello, el más inteligente, y todo lo que hace es lo mejor del mundo. Por eso lo digo, las abuelas miramos a los nietos desde un cristal de amor y del apoyo. Le hacemos creer que son los mejores. Quizás por eso nos recordarán con amor, y hasta seguirán nuestros consejos. Denver, Colorado
Así recuerdo a mis abuelos paternos y trato de ser igual con mi nieto que para mí es el más bello, el más inteligente, y todo lo que hace es lo mejor del mundo. Por eso lo digo, las abuelas miramos a los nietos desde un cristal de amor y del apoyo. Le hacemos creer que son los mejores. Quizás por eso nos recordarán con amor, y hasta seguirán nuestros consejos. Denver, Colorado
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