Movilidad del Bolero

Betty Missiego
En los últimos 40 años el bolero en la capital se ha estado moviendo de escenario, en ocasiones a punto de zozobrar ante la impronta de otras modas musicales de calidad meritoria, como la balada, que casi le sepulta. El pianista y compositor cubano Mario Fernández Porta -quien dejó huella en el Hispaniola- mantuvo un buen ambiente de boleros en la terraza Década 40 del Holyday Inn, anexo al hotel Jaragua, que solía frecuentar. Puro feeling destilado al mejor estilo de la cubanía que sembró de maestros la música antillana. El Night Club Chantilly de la Máximo Gómez fue otro espacio clave de los 70 con la presencia del trompetista Héctor de León (Cabeza), pianistas como Fernández Porta y Julio Gutiérrez, junto a las actuaciones de cartel de Lope Balaguer, Olga Guillot, Raphael, Los Rivero. En el Malecón, el tecladista y compositor Danny León animó las noches en el Piano Bar Napolitano. Mientras que Panchito Martín Mena hizo lo propio al inaugurarse la Boite del Napolitano.

Lugar memorable fue el Carimar, en el Malecón, donde reinaba el piano de Enriquillo Sánchez, quien antes anduvo en El Baitoa y también en La Pipa en época en que amenizaba Panchito Martín Mena y don Luis Alberti se dejaba caer como quien no quiere la cosa, para deleite de quienes le profesábamos cariño y respeto por su arte. El, una gloria inmensa, humanidad bondadosa y talentosa como la que más. Luego, bajo otro nombre, este recinto sería solar del genial Julito Deschamps. La Oficina de Freddy Beras Goico, en el edificio Buenaventura de la Independencia -residencia de personalidades como Jottin Cury, Hugo Tolentino, Miñín Soto, la profesora Fifa Heredia, Milagros Ortiz Bosch, Pichy Mella y María Elena Muñoz-, fue un centro de la bohemia con Rafelito Cepeda al piano y las voces de los amigos de Freddy.

El pianista Rafael Kalaf creó uno de los ambientes más entrañables a finales de los 70 e inicios de los 80, el Piano Bar D'Kalaf, en un lateral de Plaza Naco, en el costado de la Fantino Falco. Un sótano musical que hizo historia, con tiros a los pies incluidos, el complemento de Ascanio y Enriquito en la guitarra y la vocalización de boleros filinescos, competencias pianísticas de habitués y encanto de voces femeninas como la de Fifa Núñez. Y ese sabor a besos frescos cuando el fuego juvenil aceleraba el pulso. Luego, al cerrar el Piano Bar, Kalaf habilitó otro espacio en el restaurante La Fromangerie de Plaza Criolla. De allí surgió un LP. Sus últimas incursiones fueron amenizando en el lobby del Hotel Santo Domingo y cubriendo temporadas en el Bar Marrakech de ese hospedaje. Para mejoría suya y desgracia nuestra, Kalaf trasladó su bonhomía y depurado arte en el teclado al norte de la Florida.

El Golden Club de Amarilis Guerra, en Naco, fue otro rincón del bolero con las interpretaciones de Enriquito Pimentel y su guitarra. Guerra, una dama amable y emprendedora, ha promovido lugares de encuentro para las almas que se quieren, ubicándose el último en la Plaza Bolero de Piantini. En ellos, como en otros locales, Roberto Santana ha realizado su vocación cantora como un verdadero caballero sensible, con dominio de excelente repertorio y un timbre que convence. Todo un suceso que complace peticiones, como lo evidenció puntual en el Sabacán de Tailuma Menier en el Club 60 y todavía lo hace en el Bar de Teresa. Juan Abrales, en su Rincón Argentino en el Malecón y luego en el Asadero Los Argentinos de la Independencia, alojó los boleros y los tangos de Fernando Leyba, una voz maravillosa y veterana que actuó por vez primera en el país en una Semana Aniversario de La Voz Dominicana, cuando Tortura de amor estaba pegado. Fernando se estuvo presentando semanalmente en La Masía de la Arzobispo Portes.

Sonia Silvestre abrió El Consultorio, un bar también evocable en la calle Hostos, recinto de la bohemia, la balada y el bolero, con Pantoja, el actor travesti puertorriqueño, como atracción. Luego la Silvestre anduvo (ella que siempre "quiere andar" como dice en la bachata de Luis Días y tiene un Wachimán que la salva) por el Piano Bar del hotel Cervantes en Gascue y más tarde se adueñó de Las Pirámides en la Rómulo Betancourt. Luego trasladó sus dominios a la zona oriental de Santo Domingo. Junto a Jorge Taveras nos mantuvo cada semana por seis meses asistiendo al Bottom's Bar del Hotel Clarion. Pero en Casa de Teatro -donde el Duende anida los mejores talentos del multifacético mundo del arte- ella es reina de por vida.

Sonia ha producido discos destacables. Desde la Nueva Canción, Sonia en Buenos Aires, Esta es Sonia, Sonia Silvestre amor y..., Yo quiero andar, con los temas de King Clave, Adamo, Zitarrosa, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, Leonor Porcella, Yaqui Núñez y Jorge Taveras, René del Risco, Víctor Víctor, Cuchi Elías, Luis Días. De Sánchez Acosta es una eximia intérprete, con el elepé Folkhoy dedicado a su obra, arreglos y dirección de Jorge Taveras.

Otra artista que alienta el bolero portátil es Rhina Ramírez, una profesional de altísima calidad. Tiene el ángel de integrar al público en su amplio repertorio de boleros, baladas y canciones mexicanas de José Alfredo Jiménez. Su show Rhina canta al amor en Bellas Artes es de antología y debería venderse en DVD. Cuánto feeling cuando interpreta a Portillo de la Luz y José Antonio Méndez. Los clubes sociales la tienen en su agenda los fines de semana. Ella registra elepés coleccionables: Rhina en México, producido por Mario de Jesús, con temas de éste, Bullumba, Sánchez Acosta, Jesús Troncoso, Asmar Sánchez. Rhina, con Peregrino de Jesús Troncoso, Cuatro temas de Sánchez Acosta y Mira qué mundo de Jorge Taveras y Yaqui Núñez. Y El tiempo que te quede libre, con composiciones de Leonor Porcella, Yaqui y Tite Curet Alonso.

El Castillo del Mar fue hábitat solitario del gran Rafael Colón. Su compañero de boleros, Héctor Cabral Ortega (Arenas del Desierto), animó una tertulia musical en el Piano Bar del Club Naco, con su hijo, el trovador Francis Cabral y Federico Marcos, Marquito, al piano. Tras el deceso de Héctor, un domingo fatídico a las 4 de la tarde, en ese mismo lugar, su hijo Francis ha mantenido la antorcha encendida. Merecido tributo al alma noble de un profesional del derecho -compañero de aula de Manuel Troncoso Pereira, cuya canción Aparición solía interpretar en afinado estilo-, declamador de los versos de Neruda, músico de la orquesta de Alberti y amigo "de a verdá". Un fino compositor.

Durante dos décadas Mery López, una voz exquisita del mejor bolero, deleitó a los parroquianos del Piano Bar del Club Naco, complementada por Lucía Willmore, cantante versátil que pone sal y pimienta a sus temas. Hoy Mery se encuentra en el Bar de Teresa, un vibrante centro de la bohemia que produjo Darte, acertado CD de antología con los temas del feeling cubano, mexicano y dominicano. Producción ejecutiva de Beatriz Henríquez, selección (Vicente Garrido, René Touzet, Marta Valdés, Solano, Troncoso, Nelson Lugo, Tony Vicioso, Carlos Luís-Elena Ramírez, Taveras-Yaqui) de Pedro Delgado Malagón. Con el respaldo de excelentes instrumentistas: Carlos Luis, Jorge Taveras, Solano, Guillo Carías, Sandy Gabriel, Delgado Malagón. Pura miel de esa que se cuela por los poros y nos endulza el alma. Que se nos pega, en el abrazo de los amantes.

En los clubes sociales, los boleristas que eran los jóvenes de ayer -Niní Cáffaro, Fernando Casado, Luchy Vicioso, Aníbal de Peña, Rhina, Expedy Pou, Chino Joa, Anthony Ríos, Camboy Estévez- mantienen "el picoteo", junto a veteranos como Francis Santana. Lope, ya retirado, se enseñoreó por décadas. Cuando El Yarey era un templo donde reinaba Renee Barrios, a finales de los 70, Luisa María Güell, esa bella cubanita radicada en España, era la sensación cuando visitaba el país. La primera mesa, reservada a Norín García Hatton, una gran promotora de Renee, se engalanaba con la grata presencia de esta juvenil celebridad y de la compositora Leonor Porcella de Brea, cuya asociación en el arte produjo una de las etapas más fecundas para ambas. Una poniendo letra y música, la otra dándole verbo y gracia a los temas. La Güell misma es inspirada autora y coautora con la Porcella: Te voy a inventar hoy, Para quererte como te quiero, Sonaba nuestra canción, María amor, Fiel amante.

Fausto Rey, un trotamundos hoy apaciguado en New York donde trabaja para la ciudad, es otra figura destacada del bolero portátil. Su carrera se inició en la matriz del Combo Show del maestro Johnny Ventura. Un baladista y bolerista fabuloso que llegó a impactar en el Cono Sur y fue un verdadero fenómeno de masas, como Fernandito Villalona lo fue al merengue. Ha manejado temas de autores nacionales como Nelson Lugo y su Concierto en gris, Mundito Espinal, Leonor Porcella, Danny León y clásicos como Kalaff y su Aunque me cueste la vida. Su repertorio de los mejores compositores argentinos como Roberto Livi, Chico Novarro, King Clave, arreglos de Horacio Malvicino y Jorge Calandrelli, merece mención aparte. Su voz mantiene la lozanía de la primera vez. Y una juventud y espíritu cariñoso increíbles. El Maunaloa es su casa de siempre cuando nos visita.

Betty Missiego, esa voz seductora y esos ojazos, el pelo recogido para destacar el rostro, a lo Isabel Pantoja, toda una diosa inca en el escenario del Maunaloa con el dominio del drama gestual. Fue el gran acontecimiento del bolero dominicano en 1983, cuando éste parecía desfallecer. Talentos se combinaron, Ricardo Bello, de Discos Bello, fue el artífice que articuló los factores: una selección de los boleros clásicos dominicanos de Sánchez Acosta, Lockward, Enriquillo Sánchez, Diógenes Silva, Sturla, Brens, Papa Molina, Cerón. El LP Betty Missiego de mí para ti, su lanzamiento en grande en el Maunaloa, con la presencia de varios de los compositores homenajeados. Producción musical de Bertico Sosa. Una diva que impactó, en el mejor momento de este establecimiento que hoy clama reciclaje.