RECORDANDO A TUNTI CÁCERES

Alto, fuerte, buen mozo, simpático, sencillo y con gran sentido del humor. Así lo recuerdo. Era un conductor arriesgado. Pero nunca tuvo un accidente. Llegaba a recoger a sus primos a la salida del Liceo en una vieja camioneta verde que nos hacía correr de un lado a otro y él la alzaba hasta la calzada. Supongo que por eso, su tío Antonio De la Maza lo tenía designado a manejar uno de los vehículos en que se transportarían los que iban a ajusticiar al tirano Trujillo. Tunti era eso y mucho más. Venía de dos familias muy queridas: Los Cáceres y los Michel. Su madre, Octavia, era una mujer muy bella y su padre, Luis Manuel Cáceres, tan apuesto, sencillo y simpático como su hijo. Cómo sucedió la muerte de Tunti, no quiero ni pensarlo. Fue en manos de Ramfis y sus secuaces. Una partida de asesinos, torturadores, alcohólicos y drogadictos. Prefiero recordarlo vivo, como lo fue. En una ocasión, fue el acompañante de una reina de la fiesta del Club Recreativo y había que verlo, el que parecía un rey era él. Cuando mataron al tirano, a Moca le arropó el silencio. Eran muchos los mocanos involucrados. Pero todavía no se podía hablar. Pasó un tiempo para poder expresarnos. La familia, creyendo en lo que les prometió Balaguer, entregó a Tunti, sin darse cuenta que ese hombre que gobernaba el país en ese momento, era un malvado, mentiroso, farsante. Y Tunti, junto con los hermanos De la Maza y otros tantos, murió torturado y lo peor es que nunca se supo dónde fue a parar su cadáver. Pero su recuerdo está ahí, presente siempre en los que le conocimos. Dicen que murió el 18 de noviembre de 1961. Su abuelo Mon Cáceres, también alevosamente asesinado, murió el 19 de noviembre de 1911. Cincuenta años separaron las muertes de abuelo y nieto. Cosas de la vida.

Los asesinos, los torturadores, no se dan cuenta que el recuerdo y la imagen de los que ellos han destrozado queda para siempre, mientras el de esos salvajes, basura asquerosa, se transforma en odio oscuro, desprecio rabioso y hasta venganza. Ahora dicen los descendientes del tirano que no van a pedir perdón ¿perdón a quien? ¿A los que vivimos en ese infierno que todavía perdura en nuestras mentes? ¿A los que mató el tirano? No ombe, déjense de payasadas, sigan con sus riquezas mal adquiridas, que la vida sabrá cómo y cuándo tendrá que cobrarles sus faltas e ignominias. Mientras tanto, los dominicanos seguiremos recordando con agradecimiento a los Héroes del 30 de Mayo, y nosotros los mocanos recordaremos a un Tunti Cáceres, alegre, valiente, simpático, y que estará siempre vivo en nuestros corazones.

Punto y seguido: La maldad. No la entiendo. Ni la tortura tampoco. No sé cómo se puede matar, torturar o agredir y quedarse como si nada hubiera sucedido. La maldad es algo que no cabe dentro de una sana conciencia. Se piensa que lo mismo puede pasarle a un hermano, a la madre, a un hijo ¿y entonces? Por eso, quizás sea difícil perdonar a los que matan por maldad. Si se arrepienten, muy bien, pero perdonarlos, huuuummm... Y a los descendientes del tirano, lo mejor es que se callen. Denver, Colorado


Tunti, junto con los hermanos De la Maza y otros

tantos, murió torturado y lo peor es que nunca se

supo dónde fue a parar su cadáver. Pero su recuerdo

está ahí, presente siempre en los que le conocimos.